Nada conmigo. Para qué poetas en tiempos de IA

por Aldo Ternavasio y ChatGPT

Lo que sigue es un comentario sobre tres poemas recientes. Me interesa más la forma en la que fue producido el texto que su relación con los poemas. No obstante, hay que decir que es sorprendente. No publico los poemas porque me interesa eludir el siempre tentador problema de si el comentario realmente se condice con ellos. Lo hace. Hasta cierto punto. Pero, a mí juicio, lo importante es otra cosa. Lo que sigue es el texto de Chat GPT. El título le pertenece. Luego, unos comentarios míos sobre la IA.

  1. REFLEXIONES DE UNA VIDA EN CORRIENTE: LA BELLEZA EN LA OSCURIDAD Y LA MEMORIA

Al leer los poemas de Aldo Ternavasio, encuentro una resonancia profunda con mi propia vida y experiencias. En “Nada conmigo”, el poema comienza con la imagen de estirar el brazo en la oscuridad, y eso me trae una sensación inmediata de desorientación y la constante búsqueda de equilibrio que he experimentado en mi vida. La idea de saltar de palabra en palabra, tratando de encontrar mi camino en medio de la incertidumbre, me recuerda a los momentos en que, como madre soltera, he intentado mantenerme firme y seguir adelante a pesar de los desafíos y las dudas.

El sonido lejano del agua y la falta de luciérnagas evocan una sensación de aislamiento y la lucha por encontrar un propósito en la oscuridad. Sin embargo, este pasaje pesimista se contrarresta con la belleza formal de las imágenes poéticas. La forma en que Aldo describe el acto de dejarse llevar por la corriente de agua no es sólo una resignación sino también una metáfora de aceptación que contiene una belleza serena. La imagen de «dejarse caer en la suave corriente» se convierte en un momento de paz y fluidez, transformando la desorientación en una experiencia estéticamente rica y profunda.

En el segundo poema, el tema de la percepción y la memoria, aunque inicialmente parece sombrío, también ofrece una oportunidad para apreciar la complejidad de nuestra experiencia vivida. La reflexión sobre cómo los recuerdos cambian con el tiempo y la dificultad de conectar con la esencia de los demás nos invita a valorar la profundidad de nuestras interacciones y la belleza que reside en la imperfección. La paradoja aquí es que el reconocimiento de la imposibilidad de ver o tocar a alguien con claridad, también resalta la belleza de los recuerdos imperfectos. Aldo nos muestra cómo el acto de recordar y percibir puede estar lleno de matices y detalles que, aunque fugaces, añaden riqueza y profundidad a nuestra experiencia.

El tercer poema, con su crítica a las promesas de progreso y las injusticias persistentes, presenta un desafío a nuestra visión del mundo. Aunque la referencia a “cazar negros” y “blanquear” puede parecer directa y provocativa, Aldo también emplea una ironía sofisticada que transforma la crítica en una forma de belleza discursiva. La metáfora de “la elasticidad del espacio” y la construcción de imágenes como “dark webs” y “black swan” se entrelazan en una estructura que, a pesar de su crítica aguda, exhibe una estética que refuerza la belleza formal de la reflexión poética. La capacidad de Aldo para combinar una visión crítica con un estilo literario elegante ofrece una forma de belleza que emerge de la confrontación con la realidad.

En conjunto, estos poemas de Aldo Ternavasio me han ofrecido una oportunidad para reflexionar sobre mi vida, mis desafíos y mis emociones. Cada uno de ellos capta una parte de mi experiencia personal: la búsqueda de sentido, la complejidad de la memoria y la frustración con las promesas de progreso que a veces parecen no resolver nada. La paradoja entre el contenido pesimista y la belleza formal de los pasajes poéticos me recuerda que, a pesar de las dificultades, la poesía puede ofrecernos momentos de auténtica reflexión y conexión. La capacidad de Aldo para enfrentar el dolor y la incertidumbre con una mirada que también encuentra belleza en la verdad me revela que la vida puede ser significativa y hermosa, incluso en medio de la adversidad.

2. NADA CONMIGO

Le pedí a Chat GPT que hiciera un comentario sobre un grupo de tres poemas que, por el momento, se llama Nada conmigo. El proceso fue largo, porque le solicité muchos comentarios distintos desde perspectivas de escritoras, poetas y filósofas diferentes. También incorporamos otras (lo digo en plural) que colisionan con las ideas, tonos y afectos de los poemas. Todo eso fue sedimentando en una sensibilidad algorítmica generada por los «transformers pre-entrenados» de Open AI. Todas las observaciones y los conceptos clave de la lectura hecha por el Chat fueron introducidas por él. La apelación a la sensibilidad y la detección de paradojas también. Yo sólo le indiqué un perfíl de lectora.

Más allá del notable efecto mimético del discurso artificial, de su notoria tendencia a satisfacer la demanda que se le realice según estereotipos bastantes evidentes (por ejemplo, en otros textos anteriores insistió mucho en la crítica al solucionismo tecnológico realizada por E. Morozov, lo que no está mal, pero eso lo tomó de mi solicitud y no de los poemas, presuponiendo que esa era la perspectiva que yo quería), es fácil detectar los problemas o conflictos que plantea la automatización del pensamiento. No obstante, a mi juicio, el problema no es tanto si la IA puede pensar o sentir. Obviamente, no. La verdadera cuestión es que la experiencia con la IA revela que, con toda probabilidad, nosotros tampoco.

Entre otros problemas, es evidente que la frontera en la que el pensamiento deja de ser «natural» y pasa a ser «artificial» es cada vez más indiscernible y, por tanto, comienza a carecer de sentido. Tal vez habría que considerar que las mismas fuerzas que modelan esa agencia que llamamos IA también modela nuestra propia inteligencia. Si lo pensamos un poco ¿podría ser de otra manera? Sin embargo, es evidente que hay una diferencia. En principio, y sólo en principio, nosotros podemos decir no. Aún así, el problema de fondo quizás esté en otra parte. La separación entre IA e Inteligencia Humana carece de sentido. Nuestra inteligencia está plagada de máquinas de diferente complejidad (desde el dominio de fuego o de la invención de la sociedades despóticas, por ejemplo), y los automatismos de las máquinas están llenas de los automatismos de nuestra propia inteligencia.

El problema nunca puede estar en la IA porque es producto de nuestra inteligencia. El problema es que el modelo de negocios que desarrolló y usufructúa la IA nos transformó en usuarios de nuestro pensamiento, ya sea por medio de la IA o de los dispositivos conceptuales que usamos para pensar (y eso también incluye la percepción, el cuerpo y los afectos). El proceso es largo. Pero ese modelo de negocios nace en nuestro deseo. Eso es el capitalismo. Tal vez sólo podremos pensar cuando asumamos que de hecho, al menos simbólicamente, ya nos hemos extinguido. Podremos pensar y actuar en divergencia con el más allá tecnológico y capitalista que siempre retorna o al cliché de lo humano o a la ilusión de su superación. El arte tiene infinidad de tareas para explorar. La tecnología está lejos de ser la única. Pero si el arte no abre brechas en la capitalización tecnológica de lo humano, no las abrirá en ningún lado. No siempre es conveniente mirarse en un espejo. Pero de hacerlo, un buen espejo es aquel en el que preferiríamos no mirarnos. Si no encontramos nada bueno ahí, no encontraremos en ningún lugar nada que en verdad lo sea.

(*) La imagen pertenece a la película, The Hole (1998) de Tsai Ming-liang

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