CAPITALISMO Y SUBJETIVIDAD

A un año de la desaparición física de nuestro amigo y compañero reeditamos un texto lúcido y clave para retratar las derivas extremas a las que somete el capital a la sociedad y que describen la situacion política actual en Argentina.

Por Eduardo Núñez Campero*

La estructura productiva determina la subjetividad de quienes están implicados en ella. Desde esta aseveración marxiana es posible, y necesario, interrogar ahora dispuestos  a afrontar complejidades que no aparecían en la Vulgata de ese pensamiento.

Cuando Marx sostiene el papel central de la distinción entre valor de uso y valor de cambio, da por sentado la tangibilidad de la mercancía al punto tal que es posible elevarla a la condición de Fetiche. Como tal entiende la reducción de su valor intrínseco reemplazado por lo que la representa, es decir, su valor monetario.

Debe advertirse que en la economía mercantil se mantiene siempre una cercanía siquiera fuese en proporción, entre el objeto que adquirió valor de fetiche y los presupuestos capaces de adquirirlo. Tales presupuestos son forjados con el propósito de acceder al objeto deseado. Debemos entender entonces que esta situación sostiene una tensión constante  entre los sujetos y su deseo, entendiendo como tal la diferencia entre el objeto destinado a satisfacer una necesidad: alimentación, abrigo, seguridad, etc. y los que además producen otras satisfacciones. El capitalismo, a diferencia de los llamados socialismos reales, advirtió, vaya paradoja, que el fetiche, que la mercancía implicaba la captura del deseo, es decir que iba más allá de la necesidad e incluso podría contrariarla.

Este acierto del capitalismo produjo un desencadenamiento de la acumulación de capital que parece solo satisfacerse con el infinito, no parece advertirse un punto de basta en ello. Las recientes revelaciones sobre los modos de sustraer el capital a los controles de los Estados, más que otorgarle a estos la potencia para hacerlo parece más bien desalentar cualquier intento de hacerlo. El Financial Time del 23 de setiembre de 2008 calcula que el circulante en “valores” es seis veces mayor que la riqueza efectiva de bienes tangibles. Esto que se conoce como la financierizacion de la economía supone que a la par de hacerse incontrolable por la política, la economía se desentiende de la tarea de producir bienes tangibles para el bienestar o el malestar humano. Por primera vez en la historia es necesario pensar qué cosa dar, qué objeto ofrecer a la altura de la acumulación de capital; cuestión insoluble pues la perspectiva de la acumulación es infinita y por lo mismo, no hay objeto a su altura.

“El capitalismo, a diferencia de los llamados socialismos reales, advirtió, vaya paradoja, que el fetiche, que la mercancía implicaba la captura del deseo, es decir que iba más allá de la necesidad e incluso podría contrariarla.”

Existen intentos tan serios como las investigaciones en biología y genética destinadas a ofrecer la inmortalidad a quienes puedan comprarla. Si de un lado la perspectiva es infinita, entonces, del otro es necesariamente cero. Esto es la indefectible expulsión de las mayorías de las perspectivas de consumo. Entonces, si de un lado tenemos la acumulación sin límites de recursos monetarios y del otro la perspectiva es la carencia total, ambos tienen una curiosa comunidad: para unos no falta nada, y para otros nada es posible por lo mismo,  el deseo se niega a ambos. Tal como dijimos arriba el deseo supone una tensión entre lo que se satisface y lo que no.  Eso es lo que mueve la acción humana. Adviértase que a ambos polos se les sustrae la dialéctica del deseo a unos por falta de falta y a otros por ausencia de posibilidades. Esa ausencia del deseo es el substrato de los procesos depresivos, las fatigas crónicas y la entrega a las soluciones químicas que permiten soportar la existencia sin deseo.

Sin duda puede objetarse que el punto en que el infinito deja cero, del otro lado todavía puede parecer lejano. Es verdad, pero no puede negarse que ya existen objetos que alcanzan su valor por la virtualidad de excluir a la mayor cantidad posible del acceso a ellos y por otra  parte, aumentan los que no tienen horizonte alguno para  poner en juego nada que escape a la mera subsistencia.

*Psicoanalista y escritor. Miembro del consejo editorial de la revista para siempre.

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