“La estrategia del peronismo no puede ser la del retroceso infinito”
Ricardo Aronskind, docente e investigador en la UNGS, abre una serie de ventanas por donde mirar exhaustivamente el escenario político argentino actual señalando algunos porqués de la deriva política en las fuerzas que componen lo que llamamos “campo nacional y popular”. ¿El peronismo está vivo o muerto? Dónde buscar las razones del ascenso de Milei y por qué para Unión por la Patria es urgente cambiar el rumbo actual.
Por Adriana Gil
– ¿Cómo ves el escenario que surgió con el resultado de las PASO?
Creo que en las PASO se terminó de condensar algo que quizás venia por dos carriles: el económico social, por un lado y un trabajo cultural mediático, por el otro. En lo económico social, este gobierno no pudo revertir el proceso de redistribución regresiva del ingreso que venía desde el macrismo. Tuvo una serie de dificultades objetivas, la pandemia, la guerra, la sequía, pero creo que el drama mayor está en la parte mediático-cultural, donde la derecha tiene voz desde hace rato y hace un trabajo constante en muchos niveles, y la falta completa de trabajo, la deserción diría, de toda la dirigencia del Frente de Todos. En el caso del kirchnerismo, no alcanza con que Cristina haga una aparición cada tres meses que tiene sentido y coherencia pero que su fuerza política después no trabaja. De hecho, hay una desaparición de una voz social que le conteste algo a la derecha, en algún plano, que no sólo desplegó el conjunto de mentiras que se había construido desde la época del macrismo, sino que hay una especie de segunda generación de derecha todavía más radicalizada y delirante en algunas cosas, que es el fenómeno Milei pero que trabaja con otro segmento de la sociedad. Quienes rodean a Milei son los viejos ideólogos económicos menemistas de los 90, ahí no hay ninguna novedad, y ante la despolitización impresionante de toda la sociedad, sobre todo de los jóvenes, trabaja fenómeno porque se presenta como una cosa totalmente novedosa.
– ¿Por qué crees que se produce esa despolitización después de una intensa participación juvenil durante los gobiernos kirchneristas?
Si, pero eso se terminó cuando el kirchnerismo se fue al llano. Una fuerza política construida desde el Estado, después no pudo adaptar sus prácticas, incluso habría que rediscutir la idea de militancia que se hizo el kirchnerismo en sí mismo, como que simplemente participar en alguna agrupación juvenil era ser militante. Y ser militante es una actitud permanente y constante que no consiste en ir a actos públicos, cantar cantitos y juntarse con los amigos, sino que es mucho más que eso los 365 días del año. Se adoptó un criterio muy laxo de qué es militar, de qué es trabajar y se reposó en la idea de que con la sola figura de Cristina se puede superar todo. Que ella resuelve y gana las elecciones, pero ella es consciente, hace rato, que sola ya no puede ganar elecciones y por eso, tiene que acudir a alianzas con otros sectores peronistas que son bastante más conservadores que ella, y ahí surgen estos gobiernos confusos. Seguramente el de Scioli hubiera sido confuso, y el de Alberto ha sido sumamente confuso.
– ¿Qué pasó durante el gobierno de Alberto?
Parece que no hubo coordinación, ni hubo un panorama claro. Creo que el peronismo como un todo, acompaña procesos de reactivación económica, que es empleo, trabajo, pero cuando ese proceso implica una profundización, orientación de la economía en una determinada dirección, mirar el escenario internacional en una forma autónoma, entonces esa parte, al peronismo conservador no le gusta y no acompaña. En el gobierno de Cristina eso se vio a partir de la confrontación con el campo, donde el peronismo conservador se empieza a retirar del gobierno, pero como el kirchnerismo tenía el control del aparato del Estado y seguía haciendo cosas, reemplazaba, de alguna forma, fracciones enteras del peronismo que se iban, por una nueva camada de gente que adhería a la buena gestión de gobierno. Cuando eso se termina, el peronismo conservador, el peronismo quietista, que es un aparato político que quiere volver a la gestión pública, acepta entonces la oferta de Alberto, pero al mismo tiempo su gobierno tenía que ser un gobierno de reactivación económica. Ciertos factores internacionales, entre ellos, la herencia macrista del FMI, más pandemia, etcétera, le generaron muchas dificultades para la reactivación. Entonces gobernó Alberto, porque la verdad es que Cristina no pudo incidir demasiado. Creo que el mayor “logro” de él era no hacerle caso a Cristina, pero no tenía una orientación más importante. Trataba de retomar algunas políticas públicas exitosas en el kirchnerismo, pero todo lo que fuera confrontación no le gustaba, no lo iba a hacer y ahí vinieron los chisporroteos con Cristina y la frustración de los dos, uno con el otro. Por caso las pulseadas muy inconducentes con el tema de las tarifas que, finalmente, Cristina acepta, pero se lo trabó durante buen tiempo a Guzmán. Tironeos que son muy dañinos para toda la gestión. Cuando Cristina ve cómo se hunde el barco, a mediados de 2022, acepta una coherencia massista que gobierne. Ese es un nuevo gobierno que deja de lado a Alberto Fernández, y ese eje Cristina-Massa va a ser el predominante y el que va a funcionar. De hecho, si hay chisporroteos no salen a la luz pública, hay apoyos mutuos, han decidido llevar el barco del gobierno hasta el final del mandato, pero si no Alberto se caía porque construyó un gobierno débil. Un ejemplo clásico cuando él un miércoles dice: “el viernes le declaro la guerra a la inflación”. Una cosa increíble que se haga en política, algo de primer grado. Es una figura que desde el Ejecutivo debilita el Poder Ejecutivo, lo desprestigia, lo muestra como incapaz, sin rumbo. Bueno, por eso estamos así.
– ¿A qué sujetos políticos crees que representa el peronismo o campo nacional y popular hoy? Se advierte un creciente abandono de la defensa de sus sujetos históricos, los trabajadores.
Me pregunto si no es esa una situación de agotamiento de ese proyecto histórico. En la posguerra, el peronismo, el mercado interno y los trabajadores bien pagos tenían un sentido que era una economía mercado internista. Desde el Proceso de reorganización para acá eso se cambió mucho. Tenemos una derecha empoderada que, cada tanto, viene y produce cambios estructurales, mientras que los gobiernos que intentan reparar un poco esa situación, incluyo ahí a los gobiernos de Alfonsín y al de los Kirchner, no logran revertir lo estructural. Es decir, la derecha hace cambios estructurales, se cae porque es pésima gobernando, pero los cambios estructurales los hace. Se cae y vienen los gobiernos reformistas a reparar, a mejorar un poco el tejido social, evitar que quiebren tantas empresas, pero no revierten y después viene de vuelta la derecha. Entonces estamos en un proceso muy complicado donde las mismas fuerzas reformistas, ya sea socialdemócratas o peronistas no logran revertir el cuadro y el cuadro va destruyendo los viejos actores, el movimiento obrero como columna vertebral, pero que ahora está muy debilitado. Muchas de las propias cabezas del movimiento obrero son conservadoras, eso con un cierto liderazgo se puede transitoriamente modificar.
– ¿Se puede esperar algo de esta CGT y de ciertos sectores sindicales frente a los nuevos avances del capital y el deterioro de la vida de los trabajadores?
¿Y cuánto tiempo hay que estar esperando que reaccionen? Es una pregunta de la política ¿cuánto tiempo le das a determinadas cosas? Y en el peronismo existe el mito de que, en algún momento, de esas bases algo surge nuevamente. Pero me da la impresión de que está muy lejos ya, históricamente, políticamente, culturalmente, pero muy lejos.Hay que repensar unas cuantas cosas, siendo fieles a temas básicos: la justicia social, la soberanía, Latinoamérica, un mundo sin potencias dominantes, son banderas totalmente legítimas. Pero la verdad que el avance de la derecha mundial y local ha sido enorme y estas fuerzas políticas se muestran como incapaces de dar respuestas de época a lo que está pasando. Incluso la propia Cristina, el kirchnerismo, se refugian sistemáticamente en esos doce años. Bueno, desde esos doce años ya pasaron ocho y de esos, pasaron cuatro, donde teóricamente se esta dentro del gobierno. El kirchnerismo tiene que dar cuenta de eso, que la culpa la tiene Alberto, pero Cristina no se fue. Ahí hay una explicación muy importante que está ausente y que se debe dar, y que implica también, la revisión de todas las visiones y versiones, que no pueden ser autocomplacientes porque vamos de derrota en derrota y ¿cuál es la idea? Uno puede transitoriamente, frente a un enemigo poderoso, tratar de no dar combate frontal para no sufrir una pérdida abrumadora, pero tampoco la estrategia puede ser de retroceso infinito. Siempre comparo con la invasión nazi a la Unión Soviética: retrocedieron cerca de 2.000 kilómetros, pero en un momento dijeron, acá los paramos, nos organizamos y pensamos alguna trampa para embromarlos. No se puede seguir retrocediendo hasta el Pacifico porque ¡perdiste el país! Acá lo que no se ve es una estrategia clara. Es cierto, tuvimos que aliarnos con gente media rara para presentar un combate electoral y sacarlo al macrismo, pero no pudimos revertir el macrismo. Entonces, ¿adónde seguimos? Porque seguimos disueltos, no decimos lo nuestro, no confrontamos con la derecha en serio. Hay chicos que te dicen: yo votaría a Grabois o a Milei, o a Cristina o a Milei. Porque hay algo nítido ahí. Al que no se puede votar nunca es a Alberto, nunca. Entonces, volver a lo nítido, que no quiere decir volver a lo sectario porque, en algunas cosas, el kirchnerismo ha sido grande y sectario al mismo tiempo, alejó gente y sectores valiosos. Ahora es más chiquito, tiene que dejar la práctica sectaria, y la verdad es que se ha arropado en mucha gente moderada de centro o de centro derecha. Ya la experiencia está hecha, termina en este cuadro que esperemos que no finalice peor hasta diciembre. Y me parece que hay que sacar conclusiones, sin tratar de dejar ninguna vaca sagrada sin tocar.
– ¿Crees que lo que llamamos campo nacional y popular que, también es heterogéneo, tendría que abrirse a otros sectores en su propuesta política? Pienso en Ciudad Futura en Rosario, una agrupación que no viene del peronismo y empezó a articular con sectores del kirchnerismo y del peronismo.
Absolutamente, conozco esa experiencia y me parece interesantísima. Y no puedo dejar de valorarlo cuando pienso en Capital Federal donde el peronismo porteño es una cosa nefasta, donde una persona progresista no debería estar, ese peronismo que hace negocios con Larreta no se puede considerar un espacio que pueda querer cambiar algo. Ahora bien, lo que yo vi en los combates contra el larretismo y contra sus negocios inmobiliarios, es una masa de gente fantástica en audiencias públicas donde cientos de personas, sobre todo mujeres, exponían cosas interesantísimas. Te encontrás a la vecina de la otra cuadra, gente que piensa, que tiene ideas, muchas personas de barrio que dicen: “yo quiero ir a tomar mate en una plaza, no ver un shopping”. Ahí había una base gigantesca, pero… no se hizo nada con eso, nada. Es decir, hay una estructura que directamente hay que abandonar que se llama PJ porteño, y crear otra cosa que va a convocar a mucha gente. Si se plantean cosas vinculadas a una ciudad vivible, amable encontrás gente que quiere eso y se deja atrás esa tontería de peronismo-anti peronismo.
-Y porque, finalmente, un partido político no puede seguir llamándose tal si no es en una relación significativa con las personas y en los territorios.
Bueno, eso no se puede. No se puede caer cada cuatro años, aparecer y decir “hola, vótenme”, y después me voy. Es una chantada, es una ofensa, no te interesa nada salvo ganar las elecciones, puestos, cargos, es lo peor de la política. Ahí comparto la sana indignación de los chicos que dicen “¡¿qué es esto?!” Se bastardeó completamente la idea de la política, se está para ganar guita, hacer negocios, tener influencias. Hay que retomar ciertas cosas tradicionales del pensamiento de izquierda: estás ahí para transformar la sociedad, para hacerla más humana, mejor. Además, ese núcleo no sería duro porque soy duro sino porque tiene convicciones, porque cree en algo, lo que tenés hoy es un aparato político que no cree en nada. Cuando Milei el día del triunfo en las PASO dice que la justicia social es una aberración, al día siguiente, si existiera el peronismo, tendría que haber salido masivamente a decirle que el aberrante es él. Nadie le contestó nada, casi te diría…muerte cerebral. Y el otro elemento para pensar si el peronismo está vivo o muerto, es que uno puede retroceder banderas, incluso ir ablandando todas las banderas, pero hay límites para eso. Si no tenés algún tipo de referencia con la sensibilidad social ¿qué quiere decir ser peronista? ¿Formar parte de una cooperativa de cargos? Porque lo que pasó en este gobierno, con estadísticas sociales muy preocupantes, alta pobreza, miseria incluso entre los chicos, es como un límite. No podés aguantar y decir “los factores de poder”, no hay factores de poder acá. Tiene que haber una decisión política, indignación, una postura ética, moral que diga: esto no lo aguantamos, no soportamos las raciones a los chicos, cada vez más pobres, ¿qué es eso? Y mientras tanto, estás dando subsidios a todo tipo de cosas, el gobierno tendría que tomar la decisión de recortar todo lo que va a las empresas y a los importadores y ponerlo en comida para los chicos y se acabó. No pudieron, no tienen límite en el retroceso ético, moral, político.
-Sobre esta cuestión pienso en un concepto de Franco “Bifo” Berardi en relación al avance del neofascismo -lo vemos acá con Milei- lo que él llama un “apagón de la sensibilidad” pues el sistema del capital nos plantea constantemente correr los límites de lo tolerable en la vida democrática, límites que empujan a las personas, de suerte que eso que llamamos democracia, hace rato se ha vuelto algo disgregado y expulsivo ¿cuál es tu mirada sobre esto y qué puede hacer la política al respecto?
Creo que se puede hacer un balance de cómo transcurrimos estos 40 años desde un momento muy esperanzado. Yo estuve el día de la asunción de Alfonsín en Plaza de Mayo, era un momento multipartidario, multitudinario, había mucha emoción y mucha esperanza. Alfonsín había hecho una campaña retomando la Constitución Nacional y había logrado generar un clima de fervor democrático y de renovación de la vida social. Pero nos dimos cuenta de que, todo muy lindo sí, pero los poderes económicos que habían promovido la dictadura militar seguían todos ahí. Y condicionaron al gobierno de Alfonsín, lo voltearon finalmente con un golpe de mercado y después tuvieron un gobierno propio con Menem, que fue una piñata de negocios empresariales sin ningún objetivo nacional. Esta gente no tiene proyectos nacionales, y lo muestran cada vez que gobiernan. Lo que logran a través del tiempo es ridiculizar el voto popular que es lo único que hay de democrático, porque participativo no hay nada. Es una democracia del tipo “vos votame y yo me voy con tu voto y hago lo que quiero”, que es lo que hace Menem en el segundo gobierno democrático, toma el voto de la gente y decide hacer un programa liberal. Es una estafa eso. No hay nada en esta democracia que impida que una cosa así ocurra. Y estamos hablando de lo mínimo de lo mínimo que es votar. A eso hay que agregarle un aparato de comunicación nefasto porque la formación colectiva de la población está en manos de medios de prensa de derecha que son anti kirchneristas pero bajan contenidos de derecha permanentemente. Junto al ataque contra Cristina bajan cosas anti igualitarias, contra los sectores populares, contra quienes quedaron fuera del sistema por las políticas económicas tanto de la dictadura como del menemismo. Todas víctimas de los experimentos de la derecha argentina y que, además, son denigrados constantemente por esos medios. El levantamiento agrario contra el gobierno de Cristina representó un fascismo de baja intensidad, había prácticas fascistas de violencia en la calle, en la práctica cotidiana, hay miles de ejemplos de eso. La población facistizada que después se radicalizó por el dólar libre con esas movilizaciones gigantescas del 8N, todo coordinado por la derecha. En definitiva, todo eso nos habla de una situación muy antidemocrática, un sistema político sometido a la presión de los poderes externos. El final de Cristina sin poder resolver el problema con los buitres que a su vez estaban aliados con la oposición interna de la Argentina, es un ejemplo lamentable. El país intervenido desde poderes internacionales y el capital financiero que no quiere gobiernos que no se endeuden y entonces Macri llega y se endeuda. Respecto a ese juego internacional, Cristina fue una dirigente excepcional porque transparentó mucho de eso, pero lamentablemente su fuerza política no supo incorporar sus planteos. Hay una discusión muy interesante y es que ella dice cosas, a veces tremendas sobre el orden local e internacional pero después el kirchnerismo no es consecuente con eso. Si se toma en serio ¿por qué no se hace algo con esto? Cuando habló de que al crecimiento no se lo quedaran cuatro vivos, alertaba sobre la desproporción entre las transferencias a los sectores humildes que son ínfimas comparadas con lo que se entrega a las empresas. Dijo esto y no pasó nada. Creo que ella tampoco quiere porque se tendría que transformar en una fuerza de izquierda. Sus conceptos en relación a lo que piensa y hace la clase dominante argentina es lo que le da el carácter extraordinario a Cristina, que emerge en este panorama de mediocridad, de retroceso intelectual, con verdades descomunales que la sociedad no sabe cómo procesar. Y si su propia fuerza política no lo hace, mucho menos el Frente de Todos.
-Milei plantea abiertamente el achicamiento del Estado que es, en definitiva, ajuste para las clases populares. ¿Es importante que no se achique el Estado?
El Estado es un órgano organizador y regulador de la sociedad, un organismo imprescindible para que no se desintegre ni la sociedad ni el país. Esto no se discute en ningún país central, ni en Estados Unidos ni en Inglaterra ni en Francia en Alemania ni en Japón y, mucho menos, en China. Esto se discute en la periferia colonial. Son ideas típicamente coloniales que sirven a los países centrales. Debilitar, destruir, desorganizar países es la misión de estas derechas radicalizadas latinoamericanas que son violentas, son autoritarias, pero a diferencia de las derechas fascistas son cipayas, no tienen nada de nacional, trabajan para la desintegración del país y para entregarle pedacitos de territorio y de economía a las grandes corporaciones multinacionales de los países centrales, son un peligro total. Por supuesto, las sociedades tienen anticuerpos, se rebelan contra eso, pero mientras generan violencias y cosas indeciblemente duras. Argentina en eso tiene una historia de rebelión popular que no es rápida, tarda, pero cuando se mueve, tambalean todos los cimientos de la sociedad. Alguien puede llamarse libertario, pero si lo privan de comida no va a quedarse esperando que las fuerzas del mercado generen empresas que lo contraten para eventualmente cobrar su sueldo en dólares. No va a pasar eso, ahí es donde el relato choca contra la realidad de la economía periférica que requiere Estado, que requiere inversión promovida desde el Estado, que requiere políticas de generación de empleo o de planes para proteger a la población que no logra entrar en el mercado. En todo caso, la crítica debe hacerse sobre lo que no se está haciendo bien, pero sin Estado va a ser un desastre. Proyectar políticas liberales para dentro de 15 años mientras la gente no come no se puede, no se puede no comer 15 años. Por lo tanto, le veo una alta inviabilidad a todo eso, pero con mucho daño social. Y otra cosa que hemos aprendido en nuestra historia es que el hecho de sufrir desgracias no implica necesariamente que aprendamos algo. El 2001-2002 fue una cosa catastrófica y en 2003, el 42% de la gente volvió a votar neoliberalismo. No es un problema de memoria, el problema es no haber aprendido nada y entonces ¿qué vas a recordar 10 años después? Es necesario que cuando se produzcan acontecimientos haya una voz clara y nítida que plantee otra cosa.
-Frente a las próximas elecciones en octubre ¿se está a tiempo para impedir el triunfo de la ultraderecha, sea Milei o Bullrich? ¿Cuál es tu sensación?
Primero decir que no lo sé. Me preocupan cosas como la capacidad y voluntad del Gobierno en tratar de lanzar algunas medidas para aliviar la situación social que lo esta haciendo. Esto es, obviamente, la precondición para otras cosas, tener un discurso, mostrarse dispuesto a hacer cambios, explicar cómo va a parar la inflación, cómo va a mejorar los salarios. No puede ser un discurso vaporoso sino muy claro porque estamos frente a espejitos de colores como la dolarización, es decir, Macri a la centésima potencia de mentiras. Pero hay una parte de la población, insisto, fuertemente despolitizada que ha decidido creerle porque es nuevo. Y frente a eso, o se plantean imágenes igualmente fuertes de cosas concretas que no pueden ser la macroeconomía o el sector externo, eso no es un discurso político. Político es lo referido a temas concretos, como los alquileres, por ejemplo. Así que es complejo, no es imposible. El tema es si Unión por la Patria sobrevive esta vuelta, si el mileísmo no logra sumar los votos necesarios, para el ballotage la convocatoria de Unión por la Patria va a ser increíblemente amplia y ahí, los elementos progresistas o de izquierda van a ser absolutamente anegados por elementos de centro derecha para armar una enorme coalición que enfrente a una ultra derecha enloquecida. Otro escenario completamente distinto y habrá que pensar en ese caso.