Por algo Gramsci escribía en un calabozo
Por Aldo Ternavasio
Todo sucede como si ningún descalificativo sobre el llamado kirchnerismo (que ya nada tiene que ver con los Kirchner) fuese lo suficientemente peyorativo o denigrante. Es como si hubiera un núcleo duro pero intangible que cuanto más se lo ataca, más indestructible parece. Le demos un nombre aparentemente obsoleto: lucha de clases. Lo que enmascara la palabra «Kirchnerismo» y todas sus variantes es la verdadera naturaleza de la grieta. La grieta entre clases. La lucha es por mantenerla o, por el contrario, eliminarla.
En el universo de la extrema derecha que gobierna el Estado y los medios de comunicación, kirchnerista es cualquier subjetividad que no obedezca. En cierto sentido, esto demuestra la incapacidad estructural para nombrar y describir la guerra de intereses que da forna a la vida social. Sin embargo, ninguna calificación —para el dispositivo cultural de la extrema derecha—, es capaz de trasmitir la naturaleza mostruosa e inhumana de cualquier persona o colectivo que resista el mando del capital financiero tal como éste lo detenta hoy. Ahora escuchamos hablar de Gramsci en la tele. Animales sueltos gruñen su nombre. Ridículo. Sí. Pero todo oscila entre idioteces risibles y perversiones ominosas. La devaluación de la moneda licúa su valor de cambio. La subsunción de la vida en el capitalismo actual licúa el valor de uso de las cosas, los cuerpos y los hechos. Todo el absurdo que produce nuestra forma de existencia es «monetizado» por medio de la evangelización del consumo que pretende suplirlo. Los vínculos humanos asumen la forma de intercambios afectivos subjetivamente redituables. Se trata de «sentir» que se acumulan experiencias.
Si se introducen calificaciones y caracterizaciones cada vez más absurdas a quienes sabotean el orden neoliberal es porque la extrema derecha (la elitista, la del medio y la plebeya) no puede decir lo que realmente desea. No puede convertir en políticas efectivas, aún, la promesas de goce destructivo que puso en circulación: aniquilar politica y físicamente todo lo que perciben como un abyecto obstáculo al orden neoliberal.
Lo social fue transformado en un residuo vaciado de cualquier valor humano y reducido a la indignidad de la más menesterosa existencia de mercado.
Esta cantinela que apenas oculta su voluntad eugenésica viene circulando de manera más o menos vergonzante hace mucho tiempo. No obstante, primero con el macrismo y ahora con el mileismo, la deshumanización de lo que ellos entienden como desechos sociales ha tomado una realidad institucional inusitada. Y no sólo en Argentina. No obstante, aún falta el último paso, el de la segregación efectiva de partes mayoritarias del país y su correspondiente limpieza etnico/clasista interior. Para las élites tecnofeudales antisemitas y sionistas, el gran Israel es el paradigma de democracia tardocapitalista del siglo XXI.
Los imaginarios distópicos se van convirtiéndo lenta pero sostenidamente en políticas de Estado perfectamente compatibles con lo que aún llamamos democracia. La lógica parlamentaria de los Estados Nación posteriores a la Segunda guerra mundial es una reliquia extraviada en algún museo olvidado de la decada del ’60.
Desde luego, el partido está jugándose. El gran problema: no se vislumbran ningunas fuerzas sociales y politicas (no dispersas) que formulen algún proyecto que se plantee desbancar al señoreaje tecnofeudal que comanda el capitalismo financiero actual.
La LLA se auto percibe como la vanguardia de esta ola de desmontaje del Estado, de la obsoleta democracia y de su reemplazo por una plutocracia corporativa (por algo Milei adora —sin entenderla— a la generación de ’37 y a la del ’80).
Lo más inquietante es que si bien todo esto es mínimamente enunciable, por otro lado, es completamente no-visible. Lo que aparece como una patología democrática es, en rigor, la emergencia de mutaciones incipientes pero concretas y efectivas de un nuevo orden social. Y lo que más preocupa, es que este proceso, desplegado a la luz del día y frente a nuestras narices, carece de discursos y prácticas concretas que lo cristalicen como una contundente formación de la realidad. Se presentan como epifenómenos contingentes y transitorios. Lo que desde una perspectiva nacional y popular y/o progresista se percibe como un secuestro de la democracia, pierde de vista que el gobierno de las corporaciones es una condición inherente al modelado de la nueva sociedad capitalista. Es el dispositivo que le da su forma a la circulación de bienes, servicios, capitales, signos, etc., el que gobierna.
La muletilla seudo gramsciana de que lo viejo no acaba de morir mientras lo nuevo no termina de nacer, no puede estar más desencaminada. Lo viejo ha muerto y lo nuevo ya está aquí. Un nuevo poder gobierna desde hace tiempo, aunque ningún contra-poder opone todavía un proyecto alternativo.
Ontológicamente hablando, nada impide que otro mundo sea posible. Políticamente hablando, ningún otro mundo es hoy posible. Por eso Deleuze es fundamental. Al menos para quienes intentan pensar en la práctica política desde la filosofía. O a filosofar desde el activismo. Recuperar las vetas de caos que la mega máquina postfordista controla, como cuando se canaliza un río es tan importante como difícil de imaginar. Cae en el absurdo o en los demenciales pasajes al acto (los tiroteos masivos en las escuelas norteamericanas son el ejemplo problemática) que vemos cada día. Se trata de pasar del nihilismo pasivo al nihilismo activo. Salirse de los causes del deseo industrializado y de las disciplinas afectivas que asumimos, sin advertir, como si fueran nuestras formas de estar en el mundo. Nuestra gran conquista generacional. Nuestro aporte al mundo: ser fieles a uno mismo.
La constatación de ésto debería ser el punto de partida de cualquier colectivo insurgente. Necesitamos poder decir el mundo que ya no vemos, así como requerimos hacer ver los relatos que no decimos. Todo indica que, tome la dirección que tome, esta coyuntura no es meramente circunstancial.
¿Cómo crear las imágenes no dogmáticas de nuestro tiempo cuando éstas están aprendiendo a crearse solas? ¿Quién es ese Gramsci que nos mira desde aquella Invención de Morel, algorítmica, imaginada por Bioy Casares y ahora automatizada?
(*) La imagen fue generada con Dall-e con el siguiente promp generado con ChatGPT: «Por favor, genera una ilustración de Antonio Gramsci, el filósofo italiano, en un entorno que refleje su influencia en la teoría política y cultural del siglo XX. Haz que Gramsci esté sentado en una mesa con varios libros y papeles, con una expresión reflexiva y determinada en su rostro. El fondo debe representar elementos de la sociedad y la política de su época, como fábricas, campos, periódicos y símbolos de movimientos sociales. La ilustración debe transmitir su importancia como teórico marxista y su concepto de hegemonía cultural. Por favor, incluye detalles que capturen su personalidad intelectual y su legado duradero en el pensamiento crítico».