Regresan los Tabernarios de Madrid a 10 años del 15-M
Por Fernando Rovetta*
Los resultados de las elecciones del 4-M a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid suponen una clara involución política, en el contexto de una crisis económica y social agravada por la pandemia. Todo ocurrió en vísperas del décimo aniversario del movimiento 15-M, que exigía participación democrática, transparencia y respuestas a problemas tales como: vivienda, trabajo y pensiones, que afectaban especialmente a la juventud. Estos problemas lejos de resolverse, se agravaron en esta década.
En una reciente intervención Oskar Matute (de Alternatiba (sic) vasca) criticó la estrategia de la ultraderecha, porque se limitó a ventilar tales problemas proponiendo la solución neoliberal: menos Estado y más Mercado. Matute ofreció datos elocuentes: en un país con 26 millones de viviendas, de las cuales 3,4 millones están vacías (según el Instituto nacional de estadística 2011); 4.100.000 personas sufren exclusión severa en unos 1.500 hogares; 2.100.000 personas viven en inseguridad de vivienda (Informe Foessa 2020), porque pueden ser desahuciadas por los bancos o los fondos buitres. A esto se suma un 40% de paro juvenil y que la mayoría de los jóvenes que trabajan perciben salarios inferiores a 1000 €. Por ello, su edad de emancipación se elevó a los 29,6 años y disminuyó la natalidad un 18% desde 2009, fecha en que la demografía comenzó a registrar índices negativos.
Con estos antecedentes, Isabel Díaz Ayuso, que estuvo a punto de conseguir la mayoría absoluta, la logró sumando a sus votos los de Vox. En coherencia con estos, Ayuso rechaza una reciente sentencia que obliga a Madrid a recuperar 2.935 viviendas de protección oficial, vendidas a precio de saldo por el mismo Partido Popular (PP) a Azora-Goldman Sachs en 2013. Se excusa diciendo que ello sería de “enorme complejidad”.
La simplicidad fue el eje de su campaña electoral: “Madrid es libertad” lo que supone que puedes “beber cañas o cerveza…cambiar de empresa o de pareja y no te la vuelves a encontrar”. Su socio de gobierno, Vox, completaba esta invitación al hedonismo con el miedo contra los MENAS, menores extranjeros no acompañados que llegaron en pateras, presuntamente beneficiarios de subsidios estatales; y prometía una bajada generalizada de impuestos, porque es suficiente con un Estado mínimo.
El PP consiguió de este modo un 44 % de los votos emitidos y mantuvo Madrid, en su poder hace 26 años, pese a que los últimos presidentes de Gobierno (J. M. Aznar y M. Rajoy) y los autonómicos, tuvieron que comparecer ante tribunales. La última, Cristina Cifuentes, por haber falseado su curriculum con un master que no cursó pero quedó impune. Esto se explica, porque el Consejo General del Poder Judicial, que debió renovarse hace dos años, mantiene mayoría conservadora. Además, semanas antes de estas elecciones fueron hackeadas las redes informáticas y telefónicas del Servicio público de empleo estatal (SEPE), las de 10 universidades públicas -entre ellas la mía- y las de dos partidos políticos: el PSOE, que pasó de ser el más votado hace dos años a resultar tercero en éste; y Ciudadanos, que no consiguió el 5 % mínimo de votos para entrar en el parlamento regional.
Mención aparte merecen los dos partidos que tienen sus orígenes en el 15-M-2011: Podemos y Más País, cuya versión regional es Más Madrid. Este último partido, que logró más votos que el PSOE, está liderado por la médica Mónica García, que se convirtió en la jefa de la oposición. Por el contrario, Unidas-Podemos (resultado de la unión entre Izquierda Unida y Podemos) fue el menos votado, exceptuando a
Ciudadanos, lo que se tradujo en la retirada de la política de su líder, Pablo Iglesias.
El 15-M surgió como un movimiento de indignados, en línea con el manifiesto de Stéphane Hessel (2010) prologado por José Luis San Pedro. Allí confluyeron jóvenes de diversos movimientos sociales y estudiantiles con militantes provenientes de Izquierda Unida, liderada ya entonces por el Partido Comunista. Entre los primeros se encontraba Iñigo Errejón, entre los segundos, Pablo Iglesias. Podemos, creado en 2014 a los pocos meses logró 5 escaños en el Parlamento Europeo, llegando a ser el primer partido en intención de votos. En 2015, obtuvo 42 diputados que hubieran hecho posible un gobierno progresista con el PSOE, pero las condiciones propuestas por Iglesias hicieron fracasar esta posibilidad. Esta estrategia no fue compartida por Errejón que terminó por alejarse de la formación, y fue como candidato de Más Madrid que entonces lideraba la alcaldesa Manuela Carmena.
En las elecciones de 2019, Podemos se presentó con Izquierda Unida, calculando pasar de 5 a 6 millones de electores como Unidas-Podemos. Lejos de sumar, perdieron votantes y sólo ofrecieron para formar un gobierno de coalición 35 diputados, a los que hubo que sumar los de Más País, liderado por Errejón que volvía a la política nacional, y los de partidos regionalistas, contando con la abstención de algunos independentistas.
Es innegable que el paso de Pablo Iglesias como vicepresidente segundo por el gobierno, se tradujo en importantes políticas públicas que atendían a la gravísima crisis provocada por la pandemia, tal es el caso de los 600.000 Expedientes de regulación temporal de empleos (ERTE) que aún hoy permiten que muchas personas que tuvieron que cerrar sus negocios o talleres, puedan recibir un 70 % de sus ingresos para subsistir hasta septiembre.
No obstante, cuando la Presidenta de la Comunidad de Madrid adelantó las elecciones aspirando a lograr mayoría absoluta, Iglesias -hizo el camino opuesto a Errejón- abandonó su vicepresidencia y su escaño en el Congreso, para ofrecerse como el candidato de izquierdas para presidir Madrid. Pero el PSOE y Más Madrid, mantuvieron sus candidatos. Sólo al finalizar el único debate de las 6 candidaturas, Ángel Gabilondo sorprendió con un “Pablo, nos quedan 12 días para ganar las elecciones”. Sin embargo, minutos después Iglesias abandonaba solo el plató televisivo mientras los otro 5 intercambiaban comentarios.
Iglesias habría caído en la trampa de Ayuso, que resumía su campaña: “libertad o comunismo”, al tratar de retrucar con “fascismo o democracia”. El eslogan del PP estaba dirigido a un electorado volátil y que prefería arriesgarse a agravar el índice de contagios con tal de poder mantener abiertas sus tabernas, o frecuentarlas. Un dilema que se resolvió -como era previsible- desde los bolsillos y las vísceras.
Para esos días, Iglesias, que venía recibiendo escraches desde que se comprara un chalé en un barrio residencial, recibió un sobre con cuatro balas con los nombres de sus padres, su mujer y Ministra de igualdad y el suyo propio. En el segundo debate entre candidatos, la representante de Vox puso en cuestión la seriedad de estas amenazas y le invitó a marcharse, Iglesias se retiró. Y logró menos votos que ella.
Por su parte, Mónica García (Más Madrid) asume el liderazgo de la oposición al gobierno neoliberal de PP-Vox. A su vez, Íñigo Errejón (Más País) mantiene la defensa de un proyecto nacional y popular cuestionando el silencio de estos, ante hechos como: “La mitad de la bolsa española está en manos de fondos de inversión extranjeros, especialmente de EEUU. Uno de ellos, Black Rock controla Vía, Ferrovial, Repsol, Iberdrola, Telefónica y AENA. Ya no hay industria farmacéutica nacional, ni aerolíneas de bandera pública, ni compañías de telecomunicaciones, ni metalúrgica, ni eléctrica ni automovilística nacionales.” O esto: “No es verdad que no quieren que vengan inmigrantes sin papeles, ustedes quieren que vengan, pero sin voz y con miedo, para poderlos explotar hasta que el cuerpo aguante”. Luego mencionó casos concretos con nombres de los inmigrantes y de las empresas responsables, con sus fechas de contratación y muerte.
Hoy, a una década del 15-M, el balance tiene dos caras: por un lado, la derrota “a la madrileña” del Podemos de Pablo Iglesias, que probablemente logre resurgir de sus cenizas con Susana García, de talante mucho más conciliador y propuesta por Iglesias como su heredera en el gobierno y en el partido, aunque no está afiliada a Podemos sino al PC. Por otro lado, el proyecto de Más País y el partido ecologista Equo, que mantienen las esperanzas de los jóvenes universitarios españoles de hace 10 años, como los que en Colombia hoy se oponen al neoliberalismo.
*Profesor de Filosofía del Derecho, Universidad de Castilla-La Mancha. Especialista en Derechos Humanos.