Política, amor y militancia

 

 

 

Una cosa, hasta no ser toda,

es ruido, y toda, es silencio.

Antonio Porchia

 

Por Rosana Aldonate*

 

La pareja en los `60 y los `70

Escribir sobre política, amor y militancia me lleva a las décadas de los `60 y `70 de la Argentina, épocas marcadas por una fuerte y extendida politización de la sociedad, especialmente de los jóvenes, que ya comenzaba en el primer año de la escuela secundaria. Esta breve investigación la realizo especialmente a partir de dos autoras que trabajaron estas épocas y este tema: Isabella Cosse y Judith Filc.
Ya en los `60 se liberalizaron las costumbres y en particular las mujeres ganaron en ampliación de derechos civiles y de propiedad. Mientras el feminismo a nivel internacional transitaba lo que se llamó la segunda ola: el Movimiento de Liberación de la Mujer en Estados Unidos que luchaba por cuestiones relativas a la desigualdad entre el hombre y la mujer, sexualidad, familia, trabajo, derechos en la reproducción. El feminismo en Argentina fue resistido incluso desde las organizaciones de izquierda y las armadas, principalmente por considerarse la liberación femenina como un movimiento burgués.
Es así como surgió una preferencia por las uniones libres y se consolidó una “cultura divorcista”. Se introduce en ese contexto el ideal de “la mujer independiente”, lo que va a generar conflictos dentro de las parejas, incluso dentro de las parejas militantes porque partían de la idea de una “complementariedad con inequidad” entre varón y mujer.
Hubo en aquella década una especie de convergencia entre la pareja y lo político o entre “lo político y lo personal”, señalada por Isabella Cosse en su libro Pareja, Sexualidad y familia en los años sesenta.
La politización que vivió el país en la década del setenta influyó en las características que asumieron las parejas en la Argentina de esa época. Ya desde los sesenta que el matrimonio era combatido por estudiantes universitarios, especialmente de las facultades de Filosofía y Letras. Las rupturas de los matrimonios, las nuevas uniones, las cohabitaciones fueron típicas de esta época y de la década por venir.
En 1973, en el interregno entre las dos dictaduras, el peronismo regresa al poder, en un contexto de “crisis económica, movilización social y violencia política en aumento”, según consigna Karina Feletti.
En la década del setenta los términos “compañera-compañero” eran algo equívocos dado que por un lado aludían a una relación amorosa y por el otro a un lazo político.
Alejandra Oberti refiere que eran tiempos signados por la violencia, por la inminencia de la posibilidad de la pérdida que imprimía erotismo a los encuentros amorosos por un lado y por otro obstruía el espacio de la pareja en la dinámica de la militancia. Señala que la reestructuración de las relaciones de género tuvo un lugar secundario en las organizaciones de izquierda. “Una entrega total sin cálculos y sin límites” (Cosse), es una expresión adjudicada a Julio Santucho, que indicaría el requerimiento dirigido sobre la pareja revolucionaria.
En la década del setenta surge un nuevo tipo de unión: “la pareja militante”, que reunía amor y compromiso político, en épocas de inestabilidad y riesgo de vida, lo que al interior de las organizaciones políticas significó una especie de sometimiento a una suerte de reglamentación sobre pautas de comportamiento a seguir. Esto pasó tanto en partidos de izquierda como en organizaciones más radicalizadas. Algunas de esas pautas indicaban que para iniciar convivencia debían pasar seis meses, otra prohibía la infidelidad (Cosse).
La pendiente del ideal abrazó también a la pareja apartada del modelo conyugal que había entrado en crisis y que dio lugar a una “revalorización de la pareja”.
Durante la represión, nuevos sectores sociales mediaron entre la ciudadanía y el Estado: los organismos y asociaciones de familiares de presos políticos y personas desaparecidas en esa época. Entre ellos principalmente ocuparon el espacio público, las Madres de Plaza de Mayo con sus marchas de los miércoles.
Para entender este tema es interesante consultar el libro de Judith Filc Entre el parentesco y la política donde reseña que estas organizaciones fueron reclutando sus miembros de entre las comisarías, oficinas públicas del estado, ministeriales, iglesias etc. donde los familiares de detenidos y desaparecidos hacían cola para averiguar el destino de los mismos. Es así como se fueron creando nuevos lazos que brindaban contención y muchas veces reemplazaban a los lazos familiares naturales. Los organismos mismos y sus sedes llegaron a constituirse en las familias y los hogares de cada familiar o militante de los organismos. Mientras los militares pretendían transformar la familia en una “buena familia católica”, Familiares oponía a esto una nueva construcción familiar que daba lugar a identidades de origen comunitarias, conseguidas en experiencias comunes de luchas y mutuo conocimiento. Filc concluye en que esto hace colapsar “las fronteras del parentesco”.
Este nudo entre política, amor y militancia lo vemos funcionar entonces en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo quienes asumieron estrategias, de lo que sólo a posteriori llegaron a nombrar como “socialización de la maternidad”. Al transformar el papel de las madres y de la familia ante una situación vital excepcional y políticamente nueva, rompieron el modelo tradicional de familia.

Inconsciente, política, amor y psicoanálisis

Lacan afirmó que “el inconsciente es la política” el 10 de mayo de 1967, lo cual anuda el inconsciente a la política, de la “polis”, por un lado, aquella cuyo referente griego, según Arendt, sobrevive en el fondo del mar como restos, en figuras cristalizadas de nuevo, cambiadas por el mar a la espera de quien las busque. Ese punto de la política en que para el psicoanálisis converge lo individual y lo colectivo o social. Un sujeto político si podemos decirlo así. El inconsciente es político en tanto enlaza el ser del sujeto a una identificación que lo incluye en un lazo al Otro social o a un discurso.
Por supuesto que para el psicoanálisis en intensión está también la política en relación al análisis mismo, referida al fin de análisis, allí donde se identifica el goce del sujeto.
En ambas dimensiones de la política del psicoanálisis, participa el amor, ya se trate del amor en el lazo al Otro social, ya se trate del amor trasferencial en un análisis; al que cabe agregar el amar al síntoma en un final de análisis.
Y para el despliegue del anudamiento entre inconsciente, amor y política es necesaria la democracia. El fascismo no da lugar al inconsciente, a sus tropiezos, a sus formaciones, al chiste ni al humor, lo aplasta. Podemos decir que durante la dictadura militar argentina de los `70, el estado y el gobierno parecían perdurar sin límite, al estar interrumpida la continuidad democrática. Y que el Estado como Uno ideal no permite ninguna respuesta que no sea el silencio, ni permite la diversidad, a la que hay que eliminar, como plantea Antoni Vincens. Así. las madres y abuelas de plaza de Mayo al socializar la maternidad y romper el modelo tradicional de familia, hicieron ruido, rompieron la unidad indiscutible y dieron lugar a la diversidad.

*Psicoanalista. Escritora.

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