España en su laberinto de tres heridas
Por Fernando Rovetta*
Las elecciones generales en España se realizaron el 28 de abril, un mes antes que las municipales, autonómicas y europeas. No obstante, el Parlamento Europeo de 751 miembros y que conjuga los intereses de 7 grupos políticos, ya tiene un presidente, David-María Sassoli, y confirmó como presidente de la Comisión europea a Úrsula von der Leyen.
En contraste, el Congreso español de 350 diputados provenientes de 13 partidos, todavía no logra investir un presidente. En una primera convocatoria (23/7/19) necesitaba la mayoría absoluta, es decir 176 votos a favor, pero sólo obtuvo los 123 del PSOE más 1. En la segunda ronda (25/7/19) sólo necesitaba más votos a favor que en contra, pero el resultado fue de: 124 votos a favor, 155 en contra (PP, C´s, Vox y JxC) y 67 abstenciones. Entre estas últimas, se contaban los 42 diputados de Unidas Podemos (UP) que, de haber votado favorablemente, podrían haber iniciado lo que Pedro Sánchez auguraba como gobierno de cooperación, mientras que Pablo Iglesias exigía que fuera de coalición. Si bien inicialmente Iglesias habría demandado una vicepresidencia y 5 ministerios, finalmente aceptó hacerse a un lado para tal cargo a cambio de que los ministerios tuvieran verdadera capacidad de decisión.
Otra posibilidad –aunque remota- la hubieran abierto el PP si se hubiera abstenido con sus 66 diputados, o Ciudadanos con sus 57. En 2016, Ciudadanos votó a Sánchez en otra investidura fallida. En tal oportunidad, para que fuera electo Mariano Rajoy (PP), el PSOE se abstuvo con 68 diputados, pero 15 de ellos no lo hicieron, entre los que se encontraba el mismo Pedro Sánchez, con su: “no es no”.
Son difíciles de superar las diferencias entre los dos partidos de izquierda, ya Orwell en Homenaje a Catalunya supo documentar las diferencias no sólo verbales que debilitaron a los republicanos en 1936. Pero sin ir tan atrás, basta con considerar la situación actual de La Rioja, una de las tres comunidades autónomas de una sola provincia, donde sus 33 escaños se distribuyeron: 16 para la derecha (12 PP + 4 C´s) y 17 para la izquierda (15 PSOE, 2 UP). En UP están Izquierda Unida (IU) y Podemos, pero mientras que la diputada de IU apoya al PSOE la de Podemos no, mientras el PSOE no acepte un gobierno de coalición autonómico.
Otra cuestión atañe a los políticos catalanes independentistas. Tres de los 9 encarcelados fueron electos diputados, uno de ellos como eurodiputado lo mismo que Puigdemont, que encabeza la lista de los 6 fugados, a lo que hay que sumar otros 3 que están con libertad vigilada.
No obstante, a mitad de agosto, las tres versiones de la derecha que ya se habían aliado en Andalucía, consiguen investir como presidente de la Comunidad Autónoma (en este caso, sería lo mismo que provincia) de Madrid, a Da. Isabel Díaz Ayuso, candidata del PP, partido cuyos últimos 3 presidentes autonómicos populares (Cristina Cifuentes, Esperanza Aguirre e Ignacio González) tienen problemas con la justicia. Con un estilo irónico, elegante, sutil casi festivo, Íñigo Errejón (Más Madrid) denunció ese “pacto vergonzante”, provocando respuestas falaces, grotescas y soeces, caso antológico del otro tipo de sarcasmo que describe Carlo Cipolla. La flamante presidente madrileña, ya salpicada por un caso de corrupción, dijo que será intolerante con la misma, y que las acusaciones contra ella son una cacería personal y machista, con un guión idéntico al de sus antecesores.
«Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido» esta afirmación se atribuye a Otto von Bismarck, aunque es posible que sólo se trate de un recurso para darle peso a este ingenioso sarcasmo.
La situación política española tras las últimas elecciones generales puede mostrar al menos tres heridas de ese presunto intento de autodestrucción: se trata de la pesada herencia de casi cuatro décadas del franquismo, que 44 años de democracia no consiguieron resolver.
La primera se refiere, no sólo a la impunidad -que es una cuestión judicial- sino a la pervivencia del nacionalcatolicismo –que es una cuestión política y cultural. La emergencia de un partido de ultra-derecha como Vox, fundado en 2013, consigue 12 diputados autonómicos y entra en el gobierno de Andalucía en 2015 junto al Partido Popular y Ciudadanos, irrumpe en 2019 en el Congreso con 24 diputados y en el Parlamento Europeo con 3. Aquí hace sinapsis con la ultraderecha mayoritaria en países como Polonia y Hungría y la presente en los demás Estados de la Unión.
Una muestra de que esta cuestión, que sigue sin resolverse en España, lo representa la improvisada propuesta de exhumar a Franco del Valle de los Caídos, sin saber a dónde iban a inhumarlo. Esto dio lugar a que la familia del dictador solicitara que fuera enterrado en la Catedral de La Almudena, en el mismo centro de Madrid. Patético.
La segunda herida también tiene esos orígenes, aunque luego se sumaron los intereses de la burguesía catalana que calcula que es más lo que aporta a, que lo que recibe de, las demás comunidades autónomas. La cuestión de la identidad cultural que gira en torno a la lengua, como diría Maalouf, reaviva la metáfora de la “España invertebrada” que diagnosticaba Ortega y Gasset. La solución de un referéndum de autodeterminación, como se hicieron en Escocia y Quebec, hubiera resultado favorable a la permanencia en España.
A estas alturas y cuanto más tiempo pase, el resultado se vuelve más incierto. Era preciso invertir el ideario franquista, para hacer no sólo de Cataluña, sino de toda España: libre, grande y una. Es decir, si se hubiera respetado la libertad de los ciudadanos de cada autonomía a decidir sobre la pertenencia o no a un Estado de autonomías, el problema ya se habría resuelto. La grandeza no hubiera sido sólo geográfico cuantitativa, sino política cualitativa, por lo que el resultado hubiera sido la unidad, no impuesta sino libre y dignamente aceptada.
La tercera herida es la menos conocida, de la que prácticamente ninguno de los partidos ni candidatos quiere hablar. Se trata del Sáhara Sur Occidental, la que fuera la provincia 53 de España durante el franquismo. Naciones Unidas reiteradamente solicitó a España que –como los demás Estados colonizadores europeos- convocara en los `60 un referéndum de autodeterminación de los Saharauis. Lejos de ello, semanas antes de morir el 20 de noviembre d 1975, Franco vendió este territorio con su población incluida a Marruecos, cobrándole en fosfatos, y a Mauritania, cobrándole en pesca. El Frente Polisario consiguió vencer a Mauritania y creó la República Árabe Saharaui Democrática el 27 de febrero de 1976, que ha sido reconocido por 81 Estados, Brasil y México entre ellos, todavía no por Argentina. Pero Marruecos, con apoyo militar francés ocupó el 80 % de tal territorio y creó un muro con asesoramiento israelí de más de 2000 km. En fechas recientes, cuando Joseph Borrel visitaba Talavera en campaña electoral, le comenté la situación de una joven que ese mismo día estaba siendo condenada a la cárcel negra de El Aaiún simplemente por denunciar la represión marroquí, y que el Gobierno de Marruecos nos había impedido a un grupo de observadores entrar para presionar por un mínimo de garantías. El ministro de exteriores de España, y ahora también de Europa, no estaba informado del caso. Con razón podríamos considerar al pueblo saharaui como la última víctima del franquismo y de la real politik de la UE.
En resumen, como era de preverse las anteriores elecciones generales españolas no pudieron permitir una pronta investidura de presidente. Hay muchas heridas que aún no han sido curadas, que en la voz del poeta son “la de la muerte, la del amor, la de la vida”.
*Catedrático de Filosofía del Derecho, Universidad de Castilla-La Mancha. Experto en Derechos Humanos.