El futuro que comienza en Gaza

por Josefina Odradek

No hay ningún plan de paz para Gaza. Israel tiene alrededor de 2.000.000 de rehenes de los que ya ha ejecutado directamente a unos 66.000 (la mitad, niños) y empujó a la muerte alrededor de 180.000 (The Lancet publicó esta estimación teniendo en cuenta el aumento de mortalidad en situaciones similares). Todo indica que está dispuesto a seguir matándolos de hambre o con balas hasta que los palestinos acepten una rendición en la práctica, incondicional. El 7 de octubre de 2023 Hamás mató a casi 1.200 personas en un ataque sangriento (736 civiles y 379 de diferentes fuerzas de seguridad). Tomaron 251 rehenes de los que 146 ya fueron liberados, 83 fallecieron, en parte, por los bombardeos israelí.

Según HaMoked (sept. 2025), Israel mantiene aprox. 10.741 palestinos detenidos por motivos de “seguridad”; de ellos, unos 3.577 están bajo detención administrativa —un régimen que permite encarcelar sin cargos ni juicio, sin informar al detenido ni el delito imputado ni las pruebas en su contra (ni siquiera a su abogado), basándose en material clasificado secreto, por períodos de hasta seis meses renovables indefinidamente. Según DCI-Palestine (30 jun. 2025), hay unos 360 menores detenidos, de los cuales 147 están también bajo detención administrativa. Un mecanismo literalmente kafkiano, según múltiples ONG de derechos humanos.

Escribo esto mientras comienzan a llegar las noticias de la detención ilegal de la Flotilla Global Sumud y de los activistas que llevaban alimentos hacia Gaza.

En 2005 Israel decide retirar tropas y colonos en Gaza, pero mantiene el control aéreo, marítimo y de los accesos terrestres. Un año después, en parte a causa del bloqueo de facto de Gaza, Hamás gana las elecciones, se produce un enfrentamiento con Fatah y llega al poder. Palestina queda políticamente dividida: Hamás controla Gaza, la Autoridad Palestina, Cisjordania y Jerusalén Este.

En 2007 Israel y Egipto imponen el bloqueo brutal que aún se mantiene. Hamás comienza a lanzar cohetes a ciudades del Sur de Israel. Si bien estos no son nada avanzados, en tres años matan 20 civiles y, fundamentalmente, expanden el terror experimentado por la población gazatí a las ciudades del Sur de Israel. En respuesta, Ehud Olmert lanza la operación Plomo Fundido (27 de diciembre de 2008). Gaza ya estaba en una crisis humanitaria severa por el bloqueo de año y medio. Israel sostenía que los cohetes lanzados por Hamás eran ataques terroristas intolerables contra civiles y que había que restaurar la disuasión. Hamás, en cambio, alegaba que los cohetes eran respuesta a la violación de la tregua y al bloqueo que asfixiaba a 1,5 millones de personas, y que por tanto formaban parte de la “resistencia legítima”. La operación Plomo Fundido concluyó con 1.300 palestinos muertos.

Entre el final de Plomo Fundido en 2009 y el 6 de octubre de 2023, Israel mató 5.234 palestinos. 60 de ellos asesinados por colonos (estas cifras surgen de informes de B’Tselem). Por no mencionar el humillante y cruel apartheid al que están sometidos lo palestinos y la brutalidad de las políticas de asentamientos judíos que arrasa con viviendas e infraestructura vital como la del agua.

Hoy Israel ametralla a personas hambrientas cuando estas corren desesperadas a buscar alimentos. Para los 2 millones de personas hacinadas en la Franja de Gaza —en condiciones inhumanas—, hay 4 puestos, solo funcionan dos a la vez y durante unos minutos (recomiendo ver video de Norman Finkelstein al respecto). Por eso los palestinos se desesperan. Un día Israel mata 80 personas, otro día 50, y las cosas siguen así, como si nada. Masacres dentro de la masacre.

Esto ocurre, mayormente, frente a la mirada y la inacción de las potencias europeas que realmente podrían frenarlo. El comercio de armas no se detuvo nunca. Solo la acción de algunos sindicatos portuarios complicó un poco la logística.Si para los Estados occidentales no había genocidio, para la “opinión pública”, sí. Contra los esfuerzos de gobiernos y medios de comunicación, millones de personas no dejan de movilizarse contra la matanza perpetrada por Israel. A tal punto es masiva la movilización que obligó a los gobiernos a realizar gestos más o menos hipócritas, pero gestos al fin. Israel se ha envilecido y eso no parece tener retorno.

En parte, la situación es más grande que la limpieza étnica en Palestina. Las fisuras se abren por todas partes en Occidente. Los gestos de Estado no ayudan en nada a los palestinos. Pero, al menos, dan cuenta de los abismos que se abren entre la lengua de los pueblos y la de los Estados. Fisuras que, al intentar ser reparadas, adquieren mayor profundidad. Son las fisuras de Occidente y vienen de clivajes mucho más próximos que los de Oriente Próximo.

Sea como sea, los francotiradores israelíes se mantienen ocupados ejecutando gazatíes inermes. Incluso niños. Cualquiera que tenga voluntad y estómago puede encontrar videos de funcionarios como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich o el ex ministro Ben Gvir hablando sin ningún tipo de disimulo sobre el derecho y la obligación de los israelíes de exterminar a los palestinos. ¡Y lo hacen con sincera alegría!

No hay lugar para eufemismos. Netanyahu —y no es el único—, está obsesionado con las referencias bíblicas en las que Dios instruye al pueblo elegido a matar hasta los niños. No hay que hacer ningún esfuerzo para encontrar videos de líderes religiosos judíos radicalizados, especialmente entre los colonos de Cisjordania, que predican el exterminio de los palestinos y, es necesario decirlo, especialmente de los niños, con los que tienen una verdadera obsesión.

Afortunadamente, tampoco hay que hacer mucho esfuerzo para encontrar testimonios de la diáspora judía movilizada, que, con mucho valor, lucha contra las atrocidades de Israel y del sionismo realmente existente.

A estos cruciales testimonios de la diáspora se suman las voces, aún más silenciadas, de la disidencia interna israelí. Semana a semana, ciudadanos israelíes se movilizan para exigir un alto el fuego y el fin de Netanyahu. Su lucha se ve reforzada por el trabajo incansable de organizaciones como B’Tselem y medios periodísticos como Haaretz o +972 Magazine, que con enorme valor civil arrojan luz sobre los mecanismos de la ocupación y la opresión, desafiando la propaganda estatal desde dentro. Esta resistencia no sería completa sin el activismo político explícitamente antisionista de grupos como la Red Internacional Judía Antisionista (IJAN), que articulan una oposición fundamental al sionismo como ideología colonial, basándose a menudo en tradiciones judías de justicia social. Su existencia prueba que la batalla no es entre pueblos, sino contra un proyecto político de supremacía y exclusión, y que una parte significativa de sus más firmes opositores se encuentra entre aquellos a quienes el sionismo dice representar.

Si los medios occidentales mostrasen el fanatismo homicida de los sectores del judaísmo israelí más extremo —que desde hace décadas gobierna la “única democracia de la región”—, sería casi imposible distinguir a un terrorista islámico de uno sionista. Aún hoy España, que es el país europeo que en apariencia más lejos llegó en la condena del genocidio, sigue manteniendo relaciones comerciales con Israel. Sabemos perfectamente lo que Occidente puede hacer frente al apartheid y al genocidio: lo mismo que se hizo con Sudáfrica. Bloqueo, aislamiento diplomático y sanciones económicas reales. Pero nada de eso ocurre.

El genocidio de los palestinos pesa y pesará sobre la consciencia de los israelíes. Pero este Israel, que mata sin escrúpulos y con metódica eficiencia, debe pesar sobre la consciencia de los alemanes que exterminaron a los judíos europeos y sobre la consciencia de todo el Occidente cristiano que los persiguió durante siglos. El Occidente cristiano se secularizó inventando esta máquina asesina que es el Estado Nación Colonial Moderno. Asesino, esclavista y genocida. Después de la Shoah, muchos judíos europeos se vieron forzados a adoptar esa máquina sangrienta concretando lo que podría llamarse como la fase “democrática” de la solución final: la emigración de los judíos europeos a un Estado propio, colonial, fuera de Europa. Auténtico pacto judeocristiano (incluida la URSS que también proveyó armas a los terroristas judíos) contra el mundo árabe.

Aimé Césaire decía que lo que no se les perdonó a los nazis fue utilizar contra europeos blancos los mismos métodos que los europeos usaron contra los pueblos colonizados. Las razones por las que ahora se perdonan los crímenes de Israel son más que evidentes: los palestinos no son de los nuestros. Plena vigencia de la supremacía blanca cristiana occidental. Pero algo cambió. Occidente construyó su universalidad por medio de la exclusión de ella de dos enemigos que derivan de una figura construída según sus necesidades raciastas: el semita. En esa figura, el musulmán pasa a ser el enemigo exterior y el judío el enemigo interior. Después de la Shoah, víctimas y victimarios pactan una nueva alianza que saca a los judíos de Europa y les concede su Estado. La teología política sionista se asimila a la secularización estatal cristiana (León Rozitchner, Shlomo Sand o Gil Anidjar, entre otros, analizan brillantemente diferentes aspectos de esta complejísima historia).

Los peligros de la deriva fascista de Israel fueron advertidos desde el principio. El 2 de diciembre de 1948, 26 intelectuales y científicos, judíos sionistas progresistas publican en el New York Times una famosa carta sobre la visita de Menachem Begin a EE. UU. Buscando apoyo para convertirse en el primer Primer Ministro israelí. Algo que no ocurrió. Entre los firmantes estaban Hannah Arendt y Albert Einstein.

“[…] La discrepancia entre las descaradas afirmaciones hechas ahora por Begin y su partido y su currículum de acciones realizadas en el pasado en Palestina no llevan la marca de ningún partido político ordinario. Esto es, sin sombra de duda, la marca de un partido fascista para el cual el terrorismo (contra los judíos, los árabes y los ingleses) y las falsas declaraciones son los medios y un “estado líder” es el objetivo. A la luz de las consideraciones antes mencionadas, es imperativo que la verdad sobre Begin y su movimiento sea dada a conocer en este país. Es aún más trágico que los más altos mandos del sionismo estadounidense se hayan negado a llevar a cabo una campaña contra las actividades de Begin, o incluso a revelar a sus miembros los peligros que derivarán para Israel al apoyar a Begin. Finalmente, los abajo firmantes usan estos medios para presentar públicamente algunos hechos sobresalientes que conciernen a Begin y su partido, y para solicitar todos los esfuerzos posibles para no apoyar esta última manifestación de fascismo.” (NY Times, 2-12-1948) (El destacado es mío)

Si bien Begin tuvo que esperar hasta el 1977 para llegar al poder con su partido, Likud, esta carta no logró evitar el nacionalismo judío que cristalizó —con el laborista Ben-Gurión— en un orden teológico-político y jurídico que bloqueó cualquier posibilidad de crear una federación judeo-árabe como proponía Arendt. La limpieza étnica no solo ya había comenzado con la formación de los grupos terroristas judíos antes de la resolución 242 de la ONU que creó Israel y Palestina en 1947, sino que se convirtió en la condición de posibilidad del Estado del pueblo de los judíos. La carta menciona la matanza de Deir Yassin (Irgun y Lehi, Begin, matan a unos 250 árabes que eran aliados de aldeas judías). Pero hoy sabemos que fueron muchas más. En Tamtura —otra matanza emblemática en Haifa—, milicias judías ejecutaron unos 200 prisioneros desarmados (hay un excelente documental que recoge testimonios de víctimas y victimarios). Fue el comienzo de la Nakba. 750.000 Palestinos huyen aterrados a campos de refugiados de los que nunca pudieron volver.

Hoy por todas partes vemos proliferar proyectos o intentos de depuración social/racial mientras el mundo ingresa a un orden postoccidental ya imposible de disimular. En él, el capital vuelve a soñar con regímenes cuasi esclavistas. Esos sueños no son infundados. El capitalismo de plataformas avanza implacablemente mientras emerge un archipiélago de hiperprosperidad concentrada en un océano tecnofeudal cuasi esclavista. Todos los Estados con poder militar hoy se preparan para la guerra. La carrera armamentista alcanzó velocidades que no se veían desde la Guerra Fría. La doctrina nuclear de la Destrucción Mutua Asegurada nuevamente está sobre la mesa y se la invoca casi a diario como si nada hubiera ocurrido.

Que Israel haya declarado a la flotilla de pequeños barcos que llevaban alimentos para los palestinos como una “organización aliada a Hamás” habla a las claras de hasta qué punto necesita a esa organización política-militar para desarrollar su proyecto de limpieza étnica en Palestina. Pero también, habla del programa más amplio en el que se inscribe, el programa de racialización clasista y sexista que intenta desarrollar el capitalismo tecnológico y sus élites en este nuevo ciclo de saqueo crepuscular en el que nos encontramos. En este contexto, toda acción humanitaria se torna una inaceptable acción terrorista que hay que sofocar. Se multiplican los frentes de batalla de la guerra civil planetaria virtual a la que nos empujan los que tienen poder sobre el poder constituido.

Creo que no se equivocaba Jean Baudrillard cuando escribía en los ’80 que “la otredad cruda, la otredad dura —la de la raza, la de la locura, la de la pobreza— se ha acabado. La otredad, como todo lo demás, ha caído bajo la ley del mercado.” Describía premonitoria y desencantadamente la lógica cultural progresista del neoliberalismo de la era de Bill Clinton y Tony Blair. Ese mundo colapsó dos veces. Con las Torres Gemelas en 2001 y con la crisis financiera de las subprime en 2008. El factotum de la era antiwoke, el agente naranja, Donald Trump, el rey del reality show propone ahora a Blair como Procónsul Imperial de la gentrificación de Gaza. Así de paradójicas son las cosas. Es hora de restaurar la otredad cruda, de pagar las facturas civilizatorias del “extasis de la comunicación” neoliberal, de lanzar la tenebrosa ICE (Servicio de Inmigración y Aduana de EEUU) a los inmigrantes para que los cacen en sus siniestras redadas, de poner a las mujeres en su lugar y, sobre todo, es hora de hacerles creer a los hombres blancos anglosajones protestantes que vuelven a tener el látigo en sus manos.

ALGUNAS FUENTES CONSULTADAS

B’Tselem – The Israeli Information Center for Human Rights in the Occupied Territories

HaMoked – Center for the Defence of the Individual

Defence for Children International – Palestine (DCI-P)

Addameer Prisoner Support and Human Rights Association

OCHA – United Nations Office for the Coordination of Humanitarian Affairs

Amnistía Internacional

Human Rights WatchThe Lancet – Correspondence y estudios sobre exceso de mortalidad en Gaza

+972 Magazine – Periodismo independiente israelí crítico de la ocupación

Haaretz – Medio israelí de referencia con reportajes sobre el apartheid y la guerra en Gaza

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