En el INTI no sobra nadie

Por Juan Serra*

OPINION / “En el INTI no sobra nadie” es la consigna de los trabajadores del Instituto Nacional de Tecnología Industrial para oponerse a los 258 despidos anunciados a principios de este año por el gobierno nacional. El conflicto se acerca a los cuatro meses y es una foto repetida de la histórica disputa que aún no resolvemos los argentinos: ¿Qué modelo productivo de país queremos? ¿Con qué industria? ¿Con qué ciencia? ¿Con qué tecnología? ¿Con qué Estado?

Sin dudas que el modelo productivo y las herramientas para llevarlo adelante, como son la ciencia y la tecnología, responden a una idea de organización social: a cómo deseamos vivir. Estas ideas de país se resumen en un enunciado simple: un país para todos o un país para pocos; un tren que avanza con la gente adentro o un tren que avanza y deja la gente en el andén.

 

 

Podrán mostrarse cientos de índices, gordos manuales sobre el arte de la eficiencia, presupuestos en ajuste permanente, paneles de especialistas en detectar ausentismos y grasa militante, bibliotecas enteras con tecnicismos y modelos teóricos para justificar lo que convenga, etc., pero por más vueltas que le demos al carretel tratando de confundir u ocultar las verdaderas razones del conflicto en INTI, siempre terminamos en lo mismo: ¿queremos democratizar la tecnología y el conocimiento o queremos privatizarlos?; ¿queremos democratizar la salud y la educación o queremos privatizarlas?; ¿queremos democratizar la información o queremos privatizarla?; ¿queremos una democracia con más derechos para un mejor vivir o nos conformamos solo con el derecho al voto?

El derecho que aquí está en juego es el derecho a la tecnología, el derecho al conocimiento. Esta disputa atraviesa al INTI desde su creación, cuando en 1957 se le encomendó ser el referente tecnológico del Estado Argentino.

Repasando lo ocurrido en los últimos 40 años, recordemos que en 1976, durante el gobierno de la última dictadura cívico-militar, el INTI fue intervenido por la Marina y en un solo día se despidieron 150 personas, dando inicio a un tiempo de terror combinado con una política de abandono a las principales áreas de investigación y desarrollo. Sabido es en esos años cientos de trabajadores del sistema científico-técnico sufrieron persecución, muerte, desapariciones y exilios forzados.
En 1983, con el retorno de la democracia, desapareció el terror pero no las limitaciones presupuestarias. Cuatro Presidentes desde 1984 a 1989 reflejaban la falta de orientación en la Institución.

Durante el menemismo, cuando el plan maestro para el país era la desindustrialización y la apertura indiscriminada a los productos importados, el Ministro Cavallo redujo al 40% la plantilla del personal (pasó de 2000 a 859) y obligó a la Institución vender servicios para autofinanciarse y convertirse en una “unidad de negocios”. El mensaje era claro: ¿para qué queremos INTI, CONICET, Escuelas Técnicas, y Carreras de Ingeniería si no necesitamos industrias?

Los gobiernos kirchneristas, por el contrario, impulsaron un plan de federalización que llevó la presencia del INTI a todo el país, duplicando la planta del personal (de 1500 a 3000) e implementando programas para acercar la tecnología a los sectores de menores recursos. En el Plan Estratégico 2008 se expresaba que el INTI es “un servicio público de generación y transferencia de tecnología industrial que contribuye al bienestar de la sociedad de manera permanente y sustentable”. Se ponía énfasis en el desarrollo de tejido productivo local para beneficiar a las regiones más postergadas.

El gobierno de Cambiemos vuelve todo para atrás: reduce el personal (258 despidos), elimina las aéreas de transferencia de tecnología a las micro y pequeñas empresas, obliga a vender caros los servicios y las asistencias técnicas y, en un verdadero acto de desprecio al conocimiento local, contrata una consultora extranjera para que estudie y aconseje sobre el rumbo que debería seguir la Institución. La consultora aconseja abandonar las tareas como servidor público y convertirse en una “moderna unidad de negocios”, para lo cual es necesario desmantelar laboratorios, eliminar programas de extensión y ceder a consultoras privadas los controles sobre el comercio y la industria que garantizan protección al consumidor.

En este sube y baja de crecer o resistir se encuentra el INTI, que comparte destino con el resto del sistema científico-técnico. No obstante, en cada conflicto, como está ocurriendo con este, se presenta la oportunidad de legitimar su existencia reforzando los vínculos con la Comunidad
La tarea de legitimarse (que la sociedad lo vea como necesario) es vital ante la ola mundial que busca privatizar el conocimiento y la educación para convertirlos en atractivos negocios para inversores. Y la mejor forma de hacerlo es ocupando los espacios públicos para dialogar con todos los sectores e involucrarse con en el extenso listado de demandas sociales insatisfechas que reclaman el aporte de las instituciones tecnológicas.
Ese es el desafío actual: resistir, pero también re-existir.

*Dirigente político. Ex integrante del personal de INTI.

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