Por qué las últimas elecciones representan un triunfo para Unidad Ciudadana
Por Aldo Ternavasio
Para valorar el triunfo de UC en las últimas elecciones creo que es necesario intentar comprender algunos rasgos del ciclo del FPV. Creo que el FPV encontró su principal límite cuando no fue capaz de formular una propuesta programática clara y concreta que aparezca como la superación del estancamiento del último tramo de su gobierno. Un programa que opere como una plataforma para el lanzamiento de un nuevo ciclo que reformule los logros del anterior en una nueva síntesis. Esa imposibilidad tiene varias causas. Se pueden aducir errores comunicacionales y sin duda los hubo. Pero creo que hay otras razones más de fondo y son de naturaleza política. Una de las más importantes, a mi juicio, es que el kirchnerismo perdió su capacidad de hegemonizar (en términos ideológicos) el marco de alianzas que le permitió alcanzar el 54%. Y esto tiene que ver no tanto con los fracasos sino con los triunfos del gobierno del FPV. No me refiero a la economía, el precio de los comodities, etc. Son cosas fundamentales, por supuesto. Me refiero a la restauración de niveles razonables y aparentemente duraderos de una normalidad que permitió disolver el fantasma de 2001. A partir de allí, comenzó a valer la pena salirse del salvavidas k. Perder espacios de poder para ganar espacios políticos y así disputar hegemonía en vistas a un futuro desplazamiento del polo de acumulación y de los objetivos de la reproducción del capital en el país. Ahí es cuando la ortopedia k de su sistema de alianzas se tornó vulnerable. El segundo aspecto de la cuestión es el hecho obvio de que el 54% se obtuvo cuando todavía Massa y Moyano eran aliados. Estas rupturas se analizan con frecuencia a partir de las particularidades del liderazgo político de Cristina colocando el efecto como si fuese la causa. Son las diferencias ideológicas y la imposibilidad de Cristina de presentarse nuevamente las verdaderas causas. Éstas, se presentan luego como diferencias en las «formas» de hacer política. Sin embargo, todo el historial de pecados capitales K no importarían en lo más mínimo sin aquellos desplazamientos sociales, políticos e ideológicos previos. Como de hecho, no importaron demasiado en el primer gobierno de Cristina. Por tanto, es posible que ninguna jugada maestra podría haber evitado sus consecuencias.
Me parece que el primer dato insoslayable de que había llegado el momento de apostar a una nueva hegemonía ideológicamente más confortable, tanto para los sectores del establishment patronal y sindical que rondaron al gobierno como para los presuntos votantes flotantes, fue el 54% de 2011. En las nuevas condiciones de gobernabilidad, pasó a ser más importante el poder político mediato que el beneficio económico inmediato. Pagado el costo de la normalización, fue hora de recuperar terrenos propios del neoliberalismo y de otros intereses corporativos. Nada podía garantizar el triunfo del FPV en 2015. Algo que, de todos modos, bien podría haber ocurrido, tal como lo demuestra la diferencia ínfima con la que ganó Cambiemos, que, no obstante, nadie del FPV cuestionó. Sí creo que lo que ocurrió después con el FPV podría haber sido distinto y hasta cierto punto, eso sí dependía del kirchnerismo. Creo también que esto último, que es importante y complejo, tiene que ver con cómo se construyó la hegemonía K: desde el poder del aparato del Estado ya conquistado y no contra un poder político que lo ocupaba. Evidentemente, la extraordinaria capacidad de Néstor Kirchner fue realizar esa construcción a partir de una legitimidad electoral mínima. Pero, de todos modos, ocupando ya la presidencia, fue un proceso de subordinación más que de hegemonizacion. Lo que escapó a todos los cálculos, es lo que la conducción kirchnerista hizo con esa subordinación típicamente pejotista y las potencias sociales que movilizó. Una vez que esto se tornó evidente, es cuando hasta la más mínima miseria humanamente elemental, se transformó en el centro de gravedad de la opinión pública política argentina. ¡Ni hablar de las grandes miserias!
Pero el problema no son las miserias, las bajezas o los errores. Siempre van a estar ahí. Esto no sería importante si no tuviese un correlato político de fondo. El problema es que cuando el orden democrático mismo (no la puja por el gobierno) se presenta como una propiedad espontánea de lo social y no como el resultado de una disputa, el margen del poder económico para cooptarlo aumenta exponencialmente. Y el juego democrático (aun sin haberlo fetichizado nunca), se transforma en un juego amañado. Ningún intento de distribuir la riqueza menos injustamente y de crear consensos sobre la base de una participación que comprometa subjetivamente a los pueblos, tiene chance alguna si pretende ganar dentro de estas reglas de juego (para)democráticamente amañadas. Hoy vemos que este juego amañado crea una democracia selectiva llena de zonas de excepción que no hay que dejar de denunciar. ¿No es central desentrañar esto para poder enfrentar semejante contraofensiva? Desde luego. Para hacerlo, ¿alcanza con el techo de la Unidad Ciudadana realmente existente? No. ¿Qué es lo posible en lo inmediato? Reconstruir la eficacia del polo de enunciación y de intervención parlamentaria que el FPV perdió cualitativa y cuantitativamente de distintas maneras. ¿Quién puede poner en marcha ese proceso? Quien tenga la mayor potencia electoral y la mayor performativad política. ¿Qué necesita hacer ese polo? Construir desde la oposición y ya no desde el poder, alianzas de abajo hacia arriba que democraticen la dinámica política de UC. ¿Es necesaria Cristina para este proceso? Para bien o para mal, sí. Es la primera conclusión fundamental que nos dejan las PASO. ¿Puede garantizar Cristina el cauce de esta reconstitución? Obviamente, no. Nadie podría hacerlo. ¿Hay algún dato que señale el camino a seguir? Sí. Santa fe. ¿Era comparable la situación de BS.AS a la de Santa fe? Rotundamente, no. ¿Es público y notorio esto? No. ¿Fue debidamente analizada esta singularidad por periodistas «equilibrados»? No. ¿Por qué? Porque sin decirlo, piensan que sí era lo mismo. Mucho más difícil y urgente que entender lo que el FPV hizo mal es detectar lo que UC hizo bien. Porque por más pequeño que sea eso, marca el camino que permitió ganar dos distritos fundamentales en los que se había perdido. Y se lo hizo con dos recursos minimalistas. Primero, creando espacios en los que la realidad de los golpeados por esta contraofensiva (que para Natanson no existen), pudo encontrar un lugar de visibilidad y enunciación. ¿Fue eficaz esta estrategia en virtud de los medios disponibles? Claramente, sí. El segundo recurso minimalista fue renegociar alianzas cara a cara haciendo hincapié en el mínimo común denominador que debían tener esas alianzas. ¿Funcionó? La existencia y desempeño de UC demuestra que sí. Y lo que es muy importante registrar, es que se lo hizo sin dinero y contra el mayor aparato nunca acumulado por partido alguno: la Nación, CABA y Provincia. Cómo es posible que analistas políticos cancheros como Natanson no sean capaces de percibir la odisea que se realizó en apenas semanas. No pueden ver las cosas de esta manera porque en el fondo creen que el exceso K debe reabsorberse en una socialdemocracia equilibrada, menos intensa, propia de la madurez política que la llegada de “una derecha democrática y renovada” viene a anunciar. Mientras Natanson le sugiere a la oposición que debería “registrar” esa llegada democrática y renovadora, se priva de registrar y comunicar la singularidad de estos dos minimalismos políticos con los que UC ganó en Bs. As. y Santa Fe. El antológico “yo me lo banco” de Patricia Bullrich, proferido en el Congreso durante el pedido de informe por la actuación de la Gendarmería en la desaparición forzada de Santiago Maldonado, no erosionó en nada la certeza de Natanson sobre la vocación democrática de Cambiemos. El haber propuesto para la CIDH a un abogado de represores, tampoco. Los ejemplos en este sentido son demasiados como para listarlos aquí.
Pero el ejercicio de la crítica, también consiste en poder ver y valorar otras cosas. Es poder ver el papel que cumplió el gobierno en el ciclo pasado politizando lo público y con ello, favoreciendo las respuestas como las de Ni una menos o la de las 500.000 personas contra el 2×1. Hoy se ha logrado eclipsar el profundo proceso de subjetivacion política que se inició frente a la devastación del 2001 y que el kirchnerismo supo dejar proliferar. ¿No urge desmontar, equilibradamente, esta distorsión de las causas que obran sobre el proceso político argentino? ¿Hay que hacer un posdoctorado en la Sorbona para darse cuenta de que lo que está ocurriendo en Argentina, y en el mundo, está desbordando las posibilidades de lo político tal como lo entendemos hoy? No. UC lo hace y es el intento político de responder a este giro parademocrático de la nueva situación nacional. No es más de lo mismo, y no podría serlo, porque opera en un contexto abismalmente distinto. Y para agravar las cosas, tampoco hay otro intento en curso. Y uno de los principales problemas es que tenemos que entender y comunicar los efectos producidos por la parademocracia actual, sin ninguna ayuda del periodismo equilibrado. Hay que estar muy ciego para no ver que en una situación tremendamente desfavorable se abrió una fisura a través de la aplanadora amarilla. Si se está así de ciego, la pregunta sobre cómo hizo Cistina -en medio de una ataque judicial y mediático furibundo e incesante-, para reorganizar a la mayoría de los intendentes que la habían abandonado y así ganar en el distrito perdido hace 15 meses, carece de importancia. ¿Por qué? Porque no se ve allí nada nuevo, sino a una caprichosa arrastrando su horda de fanáticos rodeada de un puñado de oportunistas incapaces de admitir errores. Pero Cristina y su entorno hizo dos jugadas novedosas que modificaron una cancha completamente inclinada. Decidió ser candidata y armó UC. Sin tiempo, sin plata, sin el apoyo de gran parte del PJ y con una inmensa presión por proscribirla judicialmente. Por qué. Porque Cambiemos no está ciego. ¿Pero Natanson realmente cree que lo que se quiere proscribir es a Cristina? ¿Quién, que no sea filo k, se atreve a arriesgar su prestigio haciéndose esa pregunta? Describir la situación diciendo que el oficialismo quiere encarcelar a Cristina es una descripción incorrecta. No importa el perro, el problema es la rabia. Si el triunfo de UC se consolida en octubre, cambia la escena política argentina. Aun cuando ese triunfo sea ajustado. Mientras todo el poder argentino se esfuerza en aniquilar al kirchnerismo, parece que no hay nada más que analizar que los vicios del FPV y las tácticas electorales explícitas de Cambiemos (explicadas por el propio Durán Barba en sus libros). Pero estas tácticas encuentran su eficacia, justamente, gracias a aquella ausencia de análisis político. Durán Barba cuenta con que ese “equilibrio” juegue a su favor. Por tanto, la ausencia de análisis político equilibrado que profundice en la torsión institucional que introdujo Cambiemos, no es ajena al hecho de que UC tendría un techo a causa de Cristina. Es, al menos en parte, una profecía autocumplida. ¿Hace falta que Standard & Poor’s explique por qué el techo de UC no es sólo a causa de Cristina y el FPV, para que el periodismo equilibrado, que tiene otra legitimidad para hacer este análisis, se lo tome en serio? No se hace más que criticar al FPV como si operara en un universo unidimensional en el que no hay ningún otro factor determinante. Se acusa a Cristina de querer poner siempre la causa afuera y, al mismo tiempo, se la coloca a ella como la causa de todos los problemas. Quién que no sea del FPV hace un análisis serio de esta colusión entre poder Ejecutivo, Servicios de inteligencia, Justicia Federal y corporación mediática neooligárquica diversificada. ¿Las acciones continuas y coordinadas de esa colusión no son determinantes en el techo de [las políticas de] Cristina y UC? ¿No necesitamos una crítica a fondo de ese entramado parademocrático para poder formular políticas que permitan recuperar el gobierno? ¡No, si lo aceptamos como parte legítima del juego democrático “moderno”! No hay nadie en la Argentina que no tenga una idea formada, equilibrada o no, de los errores del FPV. ¿Qué conciencia hay de los límites impuestos hoy a la democracia por esta colusión? Con el comodín en la mano de que el FPV pone las culpas siempre afuera ¿qué periodista, que pretende mantener su pátina de equilibrio, se atreve a desmontar, equilibradamente, esa colusión y su cooptación de la democracia que, para alivio de muchos, pareciera existir sólo en la megalomanía de los K? ¿Es que el demogolpe de Brasil nunca tuvo lugar?
Frente a un oficialismo nacional que logró consolidar su primera minoría y su articulación territorial, que para nada es poco, UC es un paso, el único que alguien dio hasta el momento, para comenzar a crear las condiciones para perforar el techo de la oposición, mantener un rumbo ideológico y resistir los embates de aquella colusión. Ahora, otros actores deben dar un paso. No les pido a los enemigos que se encarguen de hacer visible esto. Y a los amigos como Natanson, al menos, les pediría que se esfuercen por pensar a contrapelo eso que un pueblo se esforzó por conseguir a contramano. Cristina y Rossi ganaron con ese esfuerzo. ¿La indignación de cuántos periodistas democráticos los empuja a esforzarse, análogamente, para contrariar los hechos parademocráticos que nos están comenzando a sitiar? Por qué lo harían. Para ellos es problema del kirchnerino, no de los argentinos. Por de pronto, se lo quiera ver o no, UC, de la mano de la misma caprichosa mujer, una vez más, tomó el toro por las astas. El tiempo dirá.