SEIS COSAS IMPOSIBLES ANTES DEL DESAYUNO

Por Adriana Gil

La reconfiguración del poder real en la Argentina de Milei (y de Macri)

En una escena inolvidable de Alicia a través del espejo de Lewis Carroll, la Reina Blanca le dice a Alicia que a veces llega a pensar en hasta «seis cosas imposibles antes del desayuno». La frase, salida del universo onírico de Carroll en su absurda expresividad encierra una verdad inquietante: lo imposible puede ser una forma de resignación… o de activismo/impulso esperanzador. Expresado por la Reina Blanca enuncia el amargo impasse de la derrota, la impotencia aletargada que no encuentra salida o conexión con lo perdido/real. Quienes han sido forzados por la desposesión, reducidos en su debilidad y sometidos a quedar cristalizados en una eterna vulnerabilidad, ponen en esas palabras un deseo: hay un orden desquiciado a recomponer y se necesita pensar que hay que forzar lo imposible para lograrlo.

Pensar formas restitutivas de la justicia arrebatada, de lo igualitario impedido, de la emancipación cancelada nos sitúa hoy en la búsqueda urgente de alternativas que nos lleven a antagonizar efectivamente con una necro política que se fascina con la catástrofe y la crueldad. Milei ha hecho realidad hoy toda aquella amenaza de destrucción porque lo impensable —aquello que debería ser inadmisible en una sociedad democrática y justa— se ha hecho posible mediante la arbitrariedad y la violencia cada vez más extremas. La amenaza de una guerra contra la multitud odiada no cesa de cumplirse: es la guerra contra los jubilados, los empleados públicos, los discapacitados, los enfermos de cáncer, todos aquellos que ocupan la franja más débil de la población y quienes sostienen con su trabajo la salud y la educación del Estado. El fascismo o neofascismo, o fascismo 2.0, como se quiera llamar, del gobierno de Milei es un hecho comprobado, un continuum violento de criminalización intolerable de una capa social mayoritaria incluidos su enemigo número uno, el kirchnerismo y todos aquellos que deban ser disciplinados mediante el miedo, la descalificación permanente y soez, la amenaza absoluta de empeorar sus vidas y la pérdida de la libertad o… la vida. Lo más notorio, pero menos visibilizado de este fascismo del siglo XXI es la alianza siempre invariable entre acumulación del capital y autoritarismo. Esa identificación es inalterable, recurrente y configura las más horrendas perspectivas para las poblaciones a las que las crisis del capitalismo precipitan infaliblemente.

La revancha fascistizante de los dueños que gobiernan a través de Milei ha acelerado un punto de acumulación tanto económico como de descomposición de la vida social hacia niveles sin precedentes en democracia. Pero es esta descomposición de la vida la que se traduce en sufrimiento social. La vida se descompone en fragmentos que atomizan a los individuos a través del miedo y de la pérdida, la conciencia vivida en la propia carne de que la integración al mundo por medio del trabajo y del dinero se escurre irremediablemente.

I-La motosierra y el aparato de desregulación de Sturzenegger agudizan nuevas formas de barbarie social que se infligen a la población, se cuenta con que sólo se sobreviva y que esa supervivencia sea en clave individual. ¿Es posible pensar en acostumbrarnos a este estado de cosas? ¿Es posible que se pueda tolerar la propia denigración porque también es infligida a otros? El gobierno pretende la atomización del cuerpo social, que no pueda constituirse en poder social y que solamente se resigne a una amarga impotencia individual. Thatcher había puesto en marcha esa ingeniería en una Inglaterra de fines de los setenta todavía incrédula, cuando sentenció que no existía tal cosa como la sociedad sino sólo el individuo y la familia. A esta imposición brutal que valoriza las condiciones de vida sólo en términos de mercado, Milei también le llama libertad.

II- ¿Es posible creer que el mercado lo resuelve todo? La concepción es que el Estado, según Milei, les roba a otros para ofrecer servicios cuando podría hacerlo un privado. La condición de legitimidad está, obviamente, dada por la rentabilidad y si no es rentable para el privado entonces ¿por qué sería necesario? Las postales mundiales de las sucesivas crisis del capitalismo son abrumadoras en su salvajismo: todas las esferas de la vida, incluso en los países que progresaron a un cierto bienestar, fueron degradadas y empobrecidas. Pero en países como el nuestro, el capitalismo en su etapa fascistizante no sólo ya no puede garantizar progreso a través del Estado, sino que ha entrado en su fase de desposeer de aquellos derechos arrancados a las elites en las rebeliones y revueltas del siglo XX. Después de la inacabada experiencia macrista, las fracciones del capital que sostienen al mileísmo, tienen en claro que los proyectos igualitarios, con sus más y sus menos, en la Argentina de los últimos 70 años deben ser revertidos de manera definitiva y cristalizar una nueva configuración poblacional domesticada; que se pague el precio inevitable de habitar un mundo en el que para la reproducción de la vida social ya no quede nada por valorizar.  

III-En el sistema de gobierno libertario todos aquellos que protestan son enemigos.Todo grupo social, incluidos jubilados o discapacitados, que enuncie una diferencia se transforma en amenaza, por tanto, toda formación colectiva para disentir o reclamar es pasible de ser reprimida violentamente. El autoritarismo libertario que suprime la libertad cívica de peticionar y protestar, impone que estos elementos de terror policial sean cada vez más legitimados y naturalizados. En su autoritarismo revanchista, Milei extrema cada vez más, las prácticas democráticas de las clases subalternas agredidas, con el fin de reducirlas o incluso eliminarlas. La demolición es tan feroz que la pedagogía libertaria podría resumirse así: olvídense las clases subalternas de asociar democracia capitalista con básicos derechos sociales o políticos. Y para eso están la maquinaria de la represión, la persecución y el lawfare pues saben que la calle es el territorio inabarcable que instituye una potencial formación de contrapoder.

IV-La noción de libertad apropiada y propiciada por los libertarios es la del prójimo aislado en su proyecto individual y meritocrático, un sujeto autoafirmado en el éxito personal cuyo pacto con el mercado le exime de esperar algo de otros, un sujeto autosuficiente, desafectado de la solidaridad y la compasión. Tal concepto de libertad es un modo de sustracción de lo común, una idea desensibilizadora y totalizante de lo individual que sólo conduce al desapego y la exclusión. Es la forma, finalmente, en que la subjetividad neoliberal opera sobre grandes sectores de la población pues aquello que se desecha vuelve a quedar en disposición crítica para nuevas formas de violencia y explotación. Necesitamos volver a Spinoza, no para establecer un mantra en el vacío de que nadie se salva solo sino para afirmarnos en que aquello que componemos en común con otros es la condición de posibilidad de nuestra propia libertad. Nos componemos afectivamente en relaciones con otros para poder sostener los modos de vida que deseamos; la libertad puramente individual es una pura abstracción, mientras que es en la multiplicidad de lo colectivo donde es posible tramar la singularidad en la diferencia.

V-La concentración extraordinaria de poder en el Ejecutivo y la reducción al mínimo del Estado, fortalece la democracia y beneficia al ciudadano según el discurso presidencial. Es decir, el Estado soy yo y el capital. Nos lo muestra a diario extorsionando al Congreso y deshaciendo sus leyes o desmantelando todas las redes públicas de contención comunitaria y construcción democrática. El mileísmo intenta convertirse en una maquinaria estatal autoritaria y monopolizadora, si cabe aún más, de todos los atributos coercitivos y policiales, de bienes y recursos sin dejar resquicio al flujo de fuerzas con la población en la disputa por equilibrar esa dominación. Poulantzas en su noción del Estado planteaba que ese nexo entre la participación parlamentaria no debe desaparecer nunca porque el poder nunca puede ser el uno. Y en Spinoza encontramos como definición de democracia que el poder político no es sino la potestas, la potencia de la multitud entendida como un sujeto compuesto por la multiplicidad de conatus en su capacidad de persistir y de acción, de afectar y de ser afectados, es decir una pluralidad compuesta y dinámica en tensión y en pugna.

VI-No es de esperar ninguna reacción de la población al ajuste, según el relato del gobierno, advertida en sus promesas y convencida de aceptar el sacrificio. Una vez más: nos enfrentamos a una reconfiguración del poder acelerada que pone en vilo lo más significativo de la democracia, menos derechos, menos libertades, de los que ya amplias franjas de población vienen siendo despojadas. Lo que el giro fascistizante del bloque dominante en el poder intenta forzar es borrar la suma de conflictos que en una democracia vital son parte de la trama popular por transformar lo existente, componer relaciones de fuerza, movilizarse y pugnar por materializar sus demandas. La lectura de Claude Lefort nos dice que una democracia así de atenazada acaba planteando un único conflicto, entre quienes pertenecen al cuerpo pleno de la sociedad y los “parásitos”. La sumatoria de “parásitos” y “mandriles” en la lengua presidencial azuza a convencer de que ese indistinguible y expansivo significante/sujeto es el enemigo común al que la fobia libertaria desearía eliminar. Es crucial entender esto, lo fascistizante es justamente esa insistencia en abolir la diferencia, en destruir lo existente, en violentar y romper los lazos.

El presente nos pone ante la urgencia de pensar los términos de una común discusión frente a un horizonte complejo e incierto; la certeza es que enfrentamos un enemigo peligroso, de amenaza absoluta para nuestras vidas. Ese enemigo siempre encuentra vías de reinventarse a través de las crisis y colapsos del capital; y crece produciendo una subjetividad, una percepción, conectadas cada vez más con la destrucción de la sensibilidad, la solidaridad y la pulsión de muerte. Como sostiene Maurizio Lazzarato este fascismo 2.0 se ha convertido en una pura guerra contra las poblaciones y sus articulaciones: racismo y sexismo; (…) una reconfiguración del capital cuyo objetivo parece ser volverse políticamente autónomo e independiente de los trabajadores, los pobres, los no propietarios. Esa definición de cosas son las que manifiestan los malestares que atravesamos y que se vuelven acuciantes en los sectores más débiles. No nos es posible acostumbrarnos a una imposición autoritaria y permanente de la arbitrariedad del poder escrita como “bases y puntos de partida para la libertad de los argentinos” porque ya aprendimos que esos imposibles no se cumplen nunca.

Nos hacemos múltiples preguntas sobre qué hacer, cuáles serían las alternativas, cómo encontrarlas; especialmente nos preguntamos ¿con quienes? No sabemos cómo, pero afirmamos que no es posible aceptar vivir de un modo maquínico impulsado por el terror y la desesperanza. Aníbal Quijano afirmaba frente a la saturación neoliberal de la vida que, si no hay escape, la posición crítica y radical será adentro y en contra de un enemigo al que hay que combatir usando toda la imaginación al alcance. Sobre esto mismo, Diego Sztulwark plantea acercarnos a esta dirección de nuestros deseos cuando dice “buscar una salida donde no la hay”. No hay salida a la vista, pero tampoco hay algo acabado aun, por lo tanto, nos queda el impulso hacia un futuro posible, nos queda la potencia común, el spinoziano no saber “lo que puede un cuerpo”. Nos preguntamos quiénes, con quiénes podremos constituir esas capacidades colectivas, con quiénes emerge esa multitud capaz de una potencia de contrapoder que pueda abrir grietas frente a la dominación. En los acontecimientos callejeros de los últimos meses y semanas de marchas y protestas de trabajadores y jubilados podemos vislumbrar esas voluntades adentro y en contra del gobierno, hay ahí un germen de formación de contrapoder; las tan denostadas “relaciones de fuerza” se construyen así, no son una concesión del poder, son los agonismos a ambos lados de la dominación y es ahí donde se edifican la acción colectiva y la cooperación social.

Si todavía ese pueblo no aparece, si esa multitud no está dada habrá que construirla, tal vez con todas las heterogeneidades impensadas o como señala Raúl Sánchez Cedillo la clase tiene que inventarse. No está dada sociológicamente como un sujeto activo, la construimos en las luchas y las luchas al mismo tiempo definen la forma democrática de las relaciones entre las clases subalternas (…) construyendo alianzas sociales reales que redistribuyan la propiedad y la riqueza, que produzcan pasiones, que intervengan en la micro política generando deseos de vida, de libertad, de diferencia, de goce del cuerpo y no de frustración y fascismo”

Lo utópico, como lo imposible, nos pone frente a algo que no existe, pero podría existir, nos pone en un movimiento hacia la disputa y el antagonismo y en una responsabilidad última, perseverar, no renunciar, re sensibilizar, tender redes, ayudar a cooperar y a sostener. Sostener las luchas, aunque no sean las propias e inmediatas me recuerda una conmovedora frase que citara el psicoanalista Marcelo Percia del poema Velada de Jacobo Fijman: “el suelo se ha caído de mis manos”; necesitamos sostenernos y ayudar a sostener aquello que nos sostiene.  

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