¿Por qué invertir en ciencia?

Por Silvia Lomáscolo*

 

Ciencia & Tecnología / El 10 de abril se celebró el día del investigador científico1 y ante la pregunta del título de este artículo no puedo menos que remitirme a las palabras del Dr. Bernardo Houssay, primer presidente en la historia de CONICET: “Los países ricos lo son porque dedican dinero al desarrollo científico-tecnológico, y los países pobres lo siguen siendo porque no lo hacen. La ciencia no es cara, cara es la ignorancia”. Destaco especialmente ese punto en común de este artículo con su frase: la ciencia y la tecnología pueden y deben aportar al desarrollo de un país.

Un modelo simple que representa al sistema científico tecnológico como parte de una política de Estado es el triángulo de Sábato-Botana2, en el que sus vértices representan: 1. el Estado, como diseñador y ejecutor de la política; 2. la infraestructura científico-tecnológica, como ofertante del conocimiento y la tecnología; y 3. el sector productivo, como demandante de la tecnología. Para que exista un sector científico-tecnológico real, los tres vértices deben estar fuerte y permanentemente interconectados. Agregaría que el Estado también debe ser el demandante del conocimiento y tecnología producidos por el sistema científico-tecnológico, ya que es el principal responsable de identificar necesidades sociales específicas, con distintas prioridades en cada región del país. Esto condice con las ideas de otro gran nombre en la ciencia argentina (acaso si no con Houssay)3, el Dr. Rolando García, quien defendió que la agenda del sistema científico-tecnológico no puede estar dictada por la simple curiosidad del investigador encerrado en su torre de marfil4. Quizás la idea del triángulo queda obsoleta, tal vez habría que incluir y darle un rol preponderante a la sociedad, a modo de pirámide.

 

En esa misma idea del triángulo está la repuesta a la pregunta del título de este artículo: La ciencia y la tecnología son herramientas fundamentales para lograr el desarrollo económico y deben ser parte del modelo de país que queremos. ¿Queremos ser un país que exporte materia prima e importe productos elaborados, con valor agregado? ¿O queremos un país que, además de producir alimentos básicos, produzca su propia tecnología? Y no estamos hablando sólo de celulares y computadoras, sino de satélites propios y de centrales nucleares, entre otras cosas. Para esta segunda opción de país la inversión estatal en ciencia y tecnología es  imprescindible. Y redoblo la apuesta, además del desarrollo económico, la ciencia puede aportar a una sociedad más justa y equitativa. No podemos pensar que la ciencia tendrá todas las repuestas a los problemas de la sociedad, y la importancia de lograr una distribución equitativa de la riqueza no la ha descubierto ningún científico. Sin embargo, la mirada de las ciencias sociales es esencial para entender (y revisar) la historia y la cultura en la que vivimos inmersos, replanteando aquello petrificado en un «sentido común”, con aportes y comprensiones más amplias e igualitarias. Ejemplos del aporte para  mejorar la calidad de vida de los sectores más vulnerables, son estudios de asuntos de género, acceso a la justicia, facilitación de la alfabetización, historia y derechos de pueblos originarios, problemática social en torno a las adicciones, recuperación de restos de detenidos-desaparecidos, y muchos, interminables etcéteras.

¿Y por qué es tan importante que sea el Estado el que invierte? Para que un programa de investigación de sus frutos y sirva para el interés de la sociedad, la inversión debe ser sostenida en el tiempo, y debe dar lugar a posibles “fracasos” temporales, que lleven a buscar nuevas vías para llegar a los objetivos planteados en la investigación. La palabra “fracaso” va entre comillas, porque puede verse así por quienes no tienen a la ciencia como quehacer diario. Quienes trabajamos con el método científico sabemos, en cambio, que así avanza la ciencia: se prueban hipótesis, que pueden rechazarse o no (en ciencia no se acepta una hipótesis, sólo se falla en encontrar evidencia para rechazarla). Dependiendo de cuál sea el resultado de esa prueba de hipótesis surge la necesidad de continuar por el camino establecido o buscar otro. El proceso, con sus marchas y contramarchas, requiere recursos, tiempo y no está exento de riesgos de no llegar rápidamente al fin deseado. O de no llegar nunca. Pero no hay atajos posibles en la manera en el que el saber científico avanza para extender el conocimiento y responder a las necesidades planteadas al sector. El único sujeto capaz de absorber el riesgo de manera estratégica para su fin social y soberano, de manera sostenida es el Estado. El capital privado tiene otras urgencias, otros tiempos y otros intereses, a menudo contrarios al objetivo comunitario que la sociedad espera de un programa de investigación.

 

Y por casa, ¿cómo andamos?

En estos últimos tiempos se escucha desde las autoridades de ciencia y técnica un discurso de hacer ciencia orientada a las demandas de la sociedad. Y, por otro lado, se sostiene la necesidad de atraer al capital privado para solventar los estudios científicos en la Argentina. Ambas ideas son muy atractivas y positivas, pero levanta banderas de alerta cuando las propone un gobierno con orientación neoliberal. Según cómo se ejecuten esas ideas, existe el riesgo de que no sea el Estado ni los mismos científicos, los que dicten la agenda del quehacer científico de nuestros investigadores. El fuerte recorte presupuestario y la consecuente disminución en el crecimiento de la planta permanente de CONICET –una de las instituciones argentinas con más relevancia a nivel internacional–  ha puesto en alerta al sector. A pesar del discurso gubernamental de interés en la ciencia y la tecnología como política de Estado, sus objetivos se demuestran contrarios a lo declamado: el presupuesto para todas las instituciones científicas ha venido bajando sistemáticamente desde 2016, y este año no es una excepción. En el presupuesto de 2014 la fracción destinada a ciencia y técnica fue del 1,48% y luego llegó al 1,53% en 2015. Tras el cambio de gobierno, las partidas para ciencia y técnica bajaron a 1,40% en 2016 y en 2017 al 1,22%5. Esta reducción en relación al PBI se da en un contexto en el que el presupuesto total aumenta respecto del PBI. Con el agravante de que el 1,53% aprobado en 2015 para 2016 fue subejecutada, devengando sólo el 1,27%. El ministro Lino Barañao, prometió exigir partidas extras pero, contrario a eso, viene subejecutando lo poco que le dan5.

Tal ajuste se hizo notable desde el primer recorte. En CONICET, específicamente, cuya planta venía creciendo en un 10% anual, se redujeron los ingresos de nuevos investigadores en un 50% (455 en 2016 contra 899 en 2015)6, y de nuevos becarios doctorales en un 20%. El crecimiento sostenido hasta 2015 no era una ocurrencia caprichosa: fue el producto de la política establecida por el Plan Argentina Innovadora 20207 que trazaba una ruta de desarrollo fijada hasta el año 2010. Entre otras cosas, proponía llegar a la meta de 5 investigadores cada 1000 habitantes, similar a la de algunos países desarrollados. Ese Plan fue una creación plural en la que participaron el propio ministro Barañao, el actual presidente de CONICET, Alejandro Ceccatto, y otros representantes del sector productivo y ONGs, de científicos, y de tecnólogos. Abandonado ese plan, tal es el cuadro del ajuste: reducción de fondos para la investigación, interrupción de programas de investigación, y despidos en organismos fundamentales para el control en la aplicación de tecnologías como lo es el INTI.

 

¿Qué hacemos entonces lxs científicxs?

Ante esta situación, los investigadores argentinos se reconocen hoy como sujeto político, que se ve a sí mismo y a su quehacer profesional como parte de un modelo de país. No hay más torres de marfil para el investigador argentino. Si se queda adentro pierde la oportunidad de servir a su país. En realidad, la que pierde es la sociedad. Los investigadores debemos entendernos como trabajadores de la ciencia, beneficiarios de sueldos pagados por los impuestos de nuestros conciudadanos, a quienes debemos el aporte de soluciones a la problemática social de nuestro país. Es importante que nos preguntemos por qué y para quién investigamos, es decir el compromiso social que debe tener el investigador como sujeto. Parafraseando a Alberto Kornblihtt, Investigador Superior del CONICET y docente de la UBA: “Es más importante el compromiso social del científico que la importancia social de lo que investiga el científico”8. Nos está diciendo que no sólo hay que hacer ciencia, sino  también reflexionar sobre su rol en el desarrollo de nuestro país. Y vuelvo  a las ideas del Dr. Rolando García en quien me inspiro al escribir este artículo, al bregar por una ciencia inclusiva, social y soberana: es importante concebir la ciencia como una institución social, que no debe existir independientemente del país en que se realiza, su cultura, y su realidad económica-política-social, especialmente en un país con necesidad de industrialización y desprimarización de su economía como el nuestro.

Difícilmente se pueda lograr el objetivo del Plan Argentina Innovadora 2020, de fortalecer la investigación orientada a prioridades socio-productivas si se sigue reduciendo el ingreso de investigadores al CONICET. Por eso es crucial que las políticas científicas del país no estén determinadas por la ideología del oficialismo de turno. Deben ser consensuadas y protegidas en un marco legal. Nos debemos una Ley Nacional de Ciencia y Tecnología, uno de los objetivos por los que militamos en el colectivo de ciencia, el Ateneo Científicxs Tucumanxs9, y en el Frente Federal de Ciencia y Universidad. Al atravesar esta crisis, los trabajadores de la ciencia y la tecnología argentina nos hemos reconocido como actores políticos pensando nuestro quehacer en el contexto del país que queremos. Nos interpela una pregunta del ya fallecido, Dr. Andrés Carrasco, ex presidente de CONICET, a otros investigadores que no se animaban a publicar sus resultados de investigaciones sobre el efecto de agroquímicos en la salud por miedo a represalias: nosotros, ¿para qué mierda investigamos?10.

 

Citas

Lxs científicxs solemos citar prácticamente cada frase que escribimos para apoyar nuestras ideas en la evidencia. En este caso, si bien cito algunas fuentes acá abajo, estas ideas van siendo formadas día a día principalmente por las discusiones que sostenemos a diario con mis compañerxs del Ateneo Científicxs Tucumanxs. Aunque no necesariamente todxs ellxs adhieran a estas ideas, les agradezco sus aportes al guiar mi militancia. También aporta enormemente Ignacio Paz Posse.

  1. Por facilitar el flujo del texto y las ideas, aquí y en todo este artículo, elijo la convención hoy todavía preponderante del género masculino, pero las investigadoras nos apropiamos también de este día.
  2. Sabato, J., El triángulo nos enseña donde estamos, en Sabato, J., Ensayos en campera, Juárez Editor, 1979
  3. Hurtado D. y M.J. Fernández (2013). Institutos privados de investigación “pura” versus políticas públicas de ciencia y tecnología en la Argentina (1943-1955)
  4. Esta es una expresión que se utiliza cuando un escritor, intelectual, o artista vive desvinculado de la vida cotidiana, y sólo se ocupa de perfeccionar su quehacer.
  5. El grupo CyTA ante el Proyecto de Presupuesto 2018: Un nuevo ataque a la ciencia y al desarrollo del país. https://www.unsam.edu.ar/CyTA-presup_2018
  6. conicet.gov.ar/acerca-de-conicet-en-cifras/
  7. Plan Argentina Innovadora 2020: argentinainnovadora2020.mincyt.gob.ar
  8. Entrevista al Dr. Alberto Kornbliht por “El gato y la caja” https://youtu.be/qkLwziosZ6s
  9. El Ateneo Científicxs Tucumanxs es un colectivo de científicxs autoconvocados, que comenzó a militar cuando identificamos que las políticas científicas que levantaron a nuestro sector prácticamente de las cenizas, a partir de 2003 y hasta 2015, se veían amenazadas. Hoy es parte, además, del Frente Federal de Ciencia y Universidad, formado por más de 15 agrupaciones similares de diferentes provincias surgidas bajo el mismo contexto en los últimos dos años. Facebook: Ateneo Científicos Tucumanos.
  10. Entrevista al Dr. Andrés Carrasco: http://www.lavaca.org/notas/andres-carrasco-cientifico-y-militante-gracias/

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