La política y el Inconsciente

Por Eduardo Núñez Campero*

DOSSIER NEOLIBERALISMO Y SOCIEDADRechazo, sospecha, confuso pliegue de uno sobre la otra. Jamás armónica, pero tampoco jamás indiferente. La relación entre el psicoanálisis y la política cruzó por diversas instancias, determinada en muchos casos por la particular posición de sus principales figuras, tanto como por los avatares políticos y los impactos de ellos sobre las instituciones sicoanalíticas. Los sutiles análisis de Freud sobre ese acontecimiento que se presentaba como novedoso para su época, La masa y que fuera considerado tanto una amenaza para la cultura cuanto un poderoso recurso para la maniobra política. Pone en claro los resortes que actúan en ella: la identificación y ese pequeño e insignificante elemento que convoca a la identificación y consecuentemente esclarece los artificios para manejarla. Es notable que en el intercambio epistolar con Einstein, motivado por la inquietud generada por la inminencia de la guerra y la preocupación que los avances en la tecnología para la destrucción producían, Freud pone en un rango similar de preocupación a la estructura organizativa de la comunidad humana, es decir a la política. El énfasis puesto por Freud en esclarecer la estructura pulsional en juego en los conflictos humanos, le permite hacer notar a su interlocutor, que la capacidad destructiva que nos brinda la tecnología depende de aquella, la organización pulsional y no a la inversa.

Si en el origen de este cruce de cartas esta la preocupación de la entonces Liga de las Naciones por el futuro del bien que se proponían resguardar, la paz, hay que preguntarse si en el fracaso de esa misión y los sufrimientos consecuentes, no radica el hecho que los analistas descuidaran, olvidaran o desconociesen las ideas que Freud iluminó para entender el papel del inconciente pulsional en la vida de la polis. Las confusiones de planos que aparecen en Reich; la ominosa declinación de los principios fundamentales del psicoanálisis de los seguidores de Shultz Hencke en Berlín; el encomiable pero confuso compromiso político de algunos psicoanalistas frente a las dictaduras en nuestro país. Lo que evidencian es la falta de confianza en los instrumentos conceptuales que Freud les legó para esclarecer desde el psicoanálisis y sin salir de él, los problemas que la vida política les planteaba.

Fue necesario que Lacan organizase en una estructura de letras los conceptos Freudianos para poder extraer de allí consecuencias potentes para ubicar al psicoanálisis en la conversación con otros fenómenos de la cultura, entre ellos la política.

Fue en torno a los años setenta que Lacan en su seminario XVII hace madurar algunas líneas que venia ya trabajando y postula al Inconciente como el Reverso del discurso Amo. Lacan enseña que es en torno a un significante primordial, aquel rasgo unario de Freud que el otro se pone a trabajar y a producir sentido, siempre insuficiente y cuya diferencia representa la realidad pulsional del inconciente y a esta la anotara como pequeño “a”. La falta en ser del sujeto será la verdad que ningún sentido podrá colmar, en definitiva. Esta escritura que establece lugares fijos entre los que rotan los cuatro elementos descriptos habilita a pensar una relación más esclarecida entre las verdades sicoanalíticas y la política. “El inconciente es la política” es la afirmación lacaniana cuya explicación no hace sino mostrar la dignidad de la actividad apolítica pues se trata de aquello que une y enfrenta a los hombres. Retornando al diálogo de Freud con Einstein, podríamos señalar que los peligros del poder destructivo de las tecnologías específicas están, en rigor, subordinados a las vicisitudes de los lazos que se trenzan en torno a la falta en ser, es decir, el inconciente.

Sin embargo, Lacan da un paso adelante cuando advierte que hay una práctica funcionando enteramente como discurso del amo y que ella defiende sin fisuras lo que en su escritura del discurso del amo era pérdida, es decir pérdida de goce, en este discurso implicaba acumulación sin limites. En este punto se le presenta a Lacan la economía capitalista como la producción que acumula plusvalía sin límite y por ello genera una circularidad que hace de la posición de sujeto, es decir de la falta en ser, una inagotable fuente de demanda de valor de cambio en el mercado.

Tenemos que advertir la subversión que implica esto respecto a la cuestión tal como el trato Freud, pues ahora también la organización política condiciona a la pulsión. En efecto, los “milagros” de la tecnología son casi sin poder evitar, reducidos a la condición de mercancía, condición que a su vez impulsan la infinitizacion de su desarrollo y con eso la eliminación de lo imposible y la promesa de felicidad sin limites. En este punto, me parece interesante advertir la reversión del papel que presentaba la tragedia en la Paideia griega es decir poner a consideración del pueblo los efectos de la desmesura infinita que portaban los dioses y bajar a la dependencia de los hombres la decisión de la templanza y los limites impuestos por la responsabilidad humana .la virtud que supone el paso de lo dionisiaco a lo apolíneo. La función de la tragedia fue educadora y democrática porque enseñaba a percibir el carácter conflictivo de la existencia y de la vida social, provocaba a la razón del espectador obligándolo a participar, a reflexionar sobre distintos factores contrapuestos. Preguntémonos que función cumple la contemplación masiva de los hechos trágicos en nuestra actualidad accidentes, crímenes, actos terroristas e incluso guerras. ¿En que posición los recibe el ciudadano hoy? Mercancía en los medios, ocupan sin duda el lugar de entretenimiento.

Los psicoanalistas, advertidos de estas cuestiones, no podemos renunciar a promover la potencia subversiva del psicoanálisis. De ello depende su futuro.

*Psicoanalista.

También te podría gustar...

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *