Violencia social, un síntoma de la época

Por Viviana Jaime*

 

 

 

Atravesamos tiempos violentos. Son cada vez más frecuentes y cotidianas las escenas, donde es la agitación de los cuerpos, las peleas callejeras y en una resolución extrema, el asesinato, el modo como se decide resolver un supuesto conflicto entre partes. Y llama aún más la atención cuando estos hechos suceden en espacios públicos, como escuelas, hospitales, canchas de futbol, entre otros. Lejos parece quedar la imagen de la polis griega donde se trataban los asuntos públicos como un bien común a través de la política y se dirimían las diferencias haciendo uso de aquel sustrato simbólico, que nos singulariza de otras especies, es decir la palabra, como modo posible de resolución del conflicto.
El psicoanálisis surgió como una forma de dar respuesta al malestar de la civilización. Sigmund Freud ya en 1929 en un texto denominado “El malestar en la cultura” señalaba de qué modo, para mantener el orden social era necesario reprimir toda tendencia de origen sexual o agresiva. Considerará al psiquismo también´ en términos económicos y distinguirá momentos de una mayor excitación que otros, según los estímulos externos o internos que se le presenten. Establecerá la hipótesis que existe un principio del placer que tiene como finalidad mantener la homeostasis del sujeto en su medio, pero pronto advertirá que este principio no siempre se cumple y lo que busca en realidad es cada vez mayor excitación. El sujeto obra en contra de su propio bien, el placer no es siempre lo que rige nuestra existencia, como lo pensó en el inicio de su teoría. Y uno de los modos que encontró para resolver el malestar de existir por esta causa, fue haciendo referencia al mito edipico. Como corolario, serían los conceptos de castración, es decir, de aceptación de la castración y la inscripción de la significación fálica, los que permitirían instalar en el sujeto la idea del límite de lo posible y con ello el anudamiento de significación en toda experiencia.
Lacan hará una relectura a la salida planteada por Freud y resaltará no tan sólo el acto de prohibición que debe tener lugar como una forma decir no al goce, a ese exceso de placer, sino también a los dones que este padre o quien cumpliera su función, debiera poder transmitir, en tanto ideales que orientan el destino del sujeto. Por su parte, en “Los complejos familiares en la formación del individuo” (1936), Lacan hará referencia a la familia sobre cómo considerar la combinatoria de los conceptos antes señalados. Se señalará que es ella la que se ocupa de los cuidados esenciales para la supervivencia y la transmisión de un deseo que no sea anónimo; también la transmisión de un modo de gozar, la matriz de goce. Ahora bien, ya en este texto, Lacan nos advertirá sobre la degradación de la figura del padre y la progresiva transformación de la familia conyugal. Esta advertencia dará cuenta de lo que funcionará como un quiebre simbólico en la regulación de la violencia social. Se señalará el borramiento de los grandes relatos identificatorios trasmitidos por la religión y la ciencia, como una de las causas, no sin consecuencia en la lógica edipica y se situará como uno de los hechos históricos a la revolución industrial. Resultado de ello, hoy nos encontramos con un sujeto cada vez más desorientado, desbordado y que, a más temprana edad, puede llegar a cometer los actos más aberrantes, sin sentirse responsable. Lo constatamos periódicamente, en los noticieros en nuestros días. Hasta acá, una perspectiva de cómo pensar este fenómeno social, siguiendo la primera enseñanza de Lacan, pero se hace necesario avanzar un poco más.

La agresividad y la violencia

Lacan, tomando como antecedentes textos de Freud como “El malestar en la cultura” y “El porvenir de una ilusión” (1927), escribirá “La agresividad en psicoanálisis” (1948). Allí afirmará que la agresividad es intrínseca a lo humano, que determina la estructura formal del yo, cumple una función en el proceso de identificación y constituye el núcleo paranoide. Es una tendencia correlativa a un modo de identificación denominada narcisista y que esta tendencia yoica se acrecienta en la lucha por la vida. Este texto lo escribe luego de la Segunda Guerra mundial y no sin razón, Lacan hará referencia como un modo de pensar este rasgo, al modelo animal instalado con la teoría de Darwin que se imprime en lo social y económico, la idea de que una sociedad habría de estar dirigida por el más apto y estaría implícita también la idea de depredación en procura de alcanzar el objeto de consumo.
Por otro lado, una referencia al acto criminal, como modo de pensar lo propiamente humano. Lacan, en 1950, en respuesta al célebre jurista Piprot d’Alleaumes, quien solicita de todas las ciencias del hombre para determinar la peligrosidad de un sujeto, dirá que no hay determinaciones orgánicas ni sociológicas, que se debería atender a la relación entre el acto y la ley positiva para adentrarse en la lógica de quien comete un crimen. Que habría razones subjetivas que hacen que un sujeto necesite realizar un crimen y que una cura posible del criminal sólo es por la vía de la culpabilidad que lo conduzca a la aceptación de un justo castigo.
Jacques Alain Miller, también hará su aporte, y afirmará en ”Nada es más humano que el crimen” (2008), que todos somos potencialmente asesinos, que lo inmoral es parte de nuestro ser. En ese sentido, el derecho es una reacción que resulta del mal presente en cada uno y que la responsabilidad jurídica que es una construcción social, está sujeta a la época, a las circunstancias, a las tradiciones.
En el seminario “El reverso del psicoanálisis” (1970), Lacan dirá que es el capitalismo, el amo moderno y está en alianza con la ciencia y la técnica. Eric Laurent en “El reverso de la biopolítica” (2016) agregará al borramiento de los grandes relatos identificatorios, el individualismo democrático de masas. Hablará de un vínculo social nuevo, basado en un hedonismo, aliviado de las exigencias de otras épocas, pero que, paradójicamente, no produce alegría de vivir.
El sistema neoliberal que domina nuestro tiempo, establece la centralidad de la fortaleza yoica y el individualismo, como señaló Margaret Thacher en referencia al individuo por encima de lo colectivo. En un acto violento, lo que no puede ser reprimido a diferencia de la agresividad, se pone en juego la fortaleza yoica: lo que considera el sujeto que él es ante el otro, a nivel especular. En la moral media, dirá Lacan, se confunde la agresividad con la virtud de la fortaleza. El individualismo promueve la satisfacción individual y la meritocracia a fin de crear un individuo desligado de las instituciones sociales, desaprensivo a la participación social. En contra del lazo social.
Nos encontramos, además, con el servicio de la técnica a la ciencia y la idea de que nada es imposible para ella, por lo que se dirá que esta va en dirección contraria a la castración. En los medios de comunicación se evidencia la emergencia de un sujeto globalizado en donde en parte se borran algunas diferencias, así un blanco fácil para los objetos tecnológicos, son los niños y adolescentes, que consumen videojuegos y participan en redes sociales marcados por un alto nivel de violencia, y cuyo contenido está dirigido a la exterminación del enemigo. Sabemos que el juego y las fantasías infantiles tienen este carácter sexual y agresivo, y son necesarios para constituir un modo de tramitar ese núcleo paranoico de cada uno, que supone soportar la presencia del otro como semejante.
Pero hoy, las imágenes cada vez más realistas de estos juegos inciden en el cuerpo del niño o del adolescente con respuestas singulares según el impacto subjetivo en cada usuario. Ahora bien, se complejizan estas experiencias cuando la violencia se torna en diversión. En el Coliseo Romano, los gladiadores daban muestra de ello y el pueblo hacía de espectador. Trasladado en el tiempo, hoy existe la práctica del Happy Slapping (cachetada feliz) donde los adolescentes filman mientras se burlan de alguien y suben el video a un sitio web, en muchos casos con finales nada felices.
Estos hechos de violencia muestran lo que no puede ser reprimido, lo que da lugar a la agitación de los cuerpos, ya sea individual o colectivo, de modo presencial o virtual, y que son desplegados en lugares públicos la mayoría de las veces.

El sesgo individualista

Lo individual no puede ser pensado sin lo social. Partiendo del hecho que un sujeto se constituye no sin un Otro que lo determina, con inscripciones significantes con las cuales se identifica y se hace representar. Es en la entrada al lenguaje donde el sujeto se aliena al significante y en ese proceso se hace desaparecer, él está representado por esa marca significante, él es lo que lo marca. Así el discurso del Otro se despliega en lo social y eso que le viene de afuera, se le impone. Por lo tanto, no puede ser ajeno a los acontecimientos políticos, sociales y económicos, ya que como una banda de moesbius se vuelven hacia él. Es así como ese sesgo individualista, meritocrático, consumista del ciudadano globalizado, se instala muy tempranamente y se convierte en un estilo de vida y a pesar de no tener todo el mismo acceso al consumo, la búsqueda de la satisfacción inmediata y la universalización de modos de goce, está instalada.
Pensando en posibles respuestas y considerada como hipótesis que hay que referirse al núcleo familiar a la hora de pensar en los motivos de la violencia social, Eric Laurent (2018) dirá que la familia no se estructura más a partir de la metáfora paterna que era la cara clásica del complejo de Edipo, sino a partir del niño en tanto objeto de goce de la familia, no tan sólo de la madre, sino de la familia y más allá de la civilización. Y reiteramos que para el neoliberalismo es el destinatario de la publicidad y de los objetos de consumo, haciéndose uso de la Big data. A su vez, la familia ya no es el centro de la socialización primaria, el eje se ha corrido, al igual que el estatuto del padre en el discurso capitalista, quedando el falo degradado al estatuto imaginario. Queda entonces un Otro anónimo que administra información en las redes sociales y en los videojuegos, lo cual no es sin consecuencia en la subjetividad de cada uno.
Finalmente, el que la violencia social ocurra en los espacios públicos es un dato a tener en cuenta. Estos espacios siguen teniendo un valor simbólico para el sujeto, es allí donde denuncia lo que hace síntoma en la civilización y es un intento, aunque fallido, de hacer lazo social en contra de ese significante solo, suelto, autoerótico que no hace cadena y se introduce sin razón y lleva a los peores desenlaces. El problema es cuando el Otro no existe, cuando no responde. Si el Otro no existe, existimos yo y mis dobles, dirán Laurent y J.A. Miller.

*Psicoanalista. Miembro del CID Tucumán.

Referencias:
Lacan
(2014): La agresividad en psicoanálisis. Informe teórico presentado en el XI congreso de los psicoanalistas de lengua francesa, reunidos en Bruselas a mediados de mayo de 1948.Escritos 1. Bs. As. Siglo XXI
(2012): Los complejos familiares en la formación del individuo. Ensayo de análisis de una función en Psicología publicado en1938 en la Enciclopedia Francesa. Otros escritos.
Eric Laurent
(2016): El reverso de la biopolítica. Bs. As. Ed Grama.
(2018): El niño y su familia. Bs. As. Colección diva.
A. Eidelberg, C, Godoy,F. Schejtman, N. Soria Dafunchio ( compiladores) : Como tratan los psicoanalistas las anorexias y bulimias: Serie del Bucle 3. Bs. As. 2004.
B. “Los sospechosos de siempre”. Cindy Linse. Revista El niño n°8. Revista del campo Freudiano: Centro interdisciplinar de estudios del niño. Mayo 2000.

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