La masculinidad, no todo es parecer

La violación en patota a una joven en Palermo vuelve a enfrentarnos con la violencia masculina creciente, expresiva de un orden de poder. Rosana Aldonate analiza las implicancias que se develan en esta violencia ejercida por la fratria masculina.

Por Rosana Aldonate*

 

 

El mundo actual puede leerse con las claves del goce y de la feminización del mundo,
así como el siglo pasado se leía con las claves del padre y el ideal.
Hombría, masculinidad, virilidad son palabras que refieren a lo que se dio en llamar la
condición masculina. Acerca de los cambios producidos en dicha condición hace
referencia la expresión “nuevas virilidades”.
Hay que decir que en los 60` se forjó el término género para indicar a la sexualidad
separada de la anatomía. Hasta llegar al momento actual, época en la que se insinúan los
géneros fluidos. Se trata de posiciones conceptuales y subjetivas que sacuden la lógica
binaria de hombre mujer. De modo tal que por la vía del género se hace posible llegar a
ser mujer u hombre trans, o incluso pasar de uno a otro género con la posibilidad de
volver al anterior. Esta ocurrencia en la civilización incide en que nuevas
masculinidades surjan en el campo social.
Si bien la virilidad no es sin el órgano fálico, sin embargo, tal como el psicoanálisis
enseña, la incertidumbre sobre el sexo va más allá de poseer un pene. Así las virilidades
atravesaron el donjuanismo, aquel que busca y encuentra a la mujer, hasta las
generaciones más modernas que esperan que las iniciativas vengan del otro lado,
esperan que les quiten los pantalones, como afirmó Lacan.
Las nuevas masculinidades se producen acorde a los cambios operados en la
civilización, en la que se anuncia la libertad de la mujer, sus conquistas en distintos
ámbitos que no fueron sin el feminismo; en la que al clasismo y al racismo se añade el
sexismo, donde la discriminación por el sexo que introduce dicha clasificación, da pie
por ejemplo a denuncias de violencias ejercidas por hombres contra las mujeres, como
aquellas que figuran en primer plano: acoso, violación, femicidio.
Cuando este siglo, que olvidó en el pasado al padre, a los ideales, a los sueños
colectivos, promueve fraternidades entre semejantes, suscita que el ser de cada uno se
olvide tras el yo, idéntico al yo de cada otro del pequeño grupo, que termina
segregándose no sólo del resto de los hombres, sino también de los ideales y del
idealista.
En las antípodas de estos sujetos de hermandades oscuras se sitúa aquel personaje
chino, poeta, pintor del siglo XVII, muy enamorado de la segunda esposa del
emperador, quien le pidió que se uniera a la familia Imperial, pero para servirla debía
convertirse en eunuco. Prefiere huir dejando atrás honor, sustento, patria, con el fin de
resguardar su hombría. Y seguir escribiendo sobre la mujer, sobre una mujer, sobre las
mujeres a las que dejó atrás, ya que las nuevas mujeres del nuevo mundo que encuentra
le resultan criaturas sin gracia, y cree que ninguna de ellas se acostaría con él por
despreciarlo como a un gusano amarillo. Él puede seguir soñando con aquellas mujeres
de papel.
Esta posición masculina es contraria a la de los masculinos del pequeño grupo que, en
los márgenes de esas cofradías, realizan pasajes al acto violentos contra mujeres, en el
intento de afirmar su hombría, buscan asegurarse que lo tienen y que lo son, aunque sea
por un momento, ya que como dijimos la vacilación sobre el sexo va más allá de poseer
el órgano. Ponen fin a la cortesía que el discurso sostiene al esforzarse en mantener el
semblante, la apariencia. Cuando los semblantes caen y dimiten las palabras, lo que se
mantenía oculto a la escena aparece. ¿Qué es?: que hay quienes no lo tienen, y cuando
eso se devela termina toda cortesía para los sujetos de estas falaces fraternidades. Ya
que apoyados en identificaciones engañosas entre sus falsos yo, olvidan el deseo, el
amor, los sueños, la comunidad humana, así como su goce más íntimo y resultan
tributarios de lo peor de un sistema que erige al goce en una mera exigencia de
satisfacción inmediata que prescinde de pasar por el deseo del Otro, y por los lazos y
fallas del nudo subjetivo, aquel que humaniza y sexualiza a cada uno.

*Psicoanalista. Escritora.

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