El amor y el capitalismo

Por Eduardo Núñez Campero*   

 

                          

“Amar es dar lo que no se tiene a quien no lo es” es la extraña sentencia de Lacan para cuya intelección es necesario recurrir a otras fuentes teóricas que nos llevaran por caminos inesperados. Primero debemos advertir que están en juego dos faltas: en el tener y en el ser. Ahora bien, la circularidad que Lacan advierte en el discurso capitalista y que precisamente dificulta concebir un exterior a él es promovida especialmente por la economía financiera tal que todo valor debe tener la virtud de ser acumulable y por lo mismo es mercancía factible de ser traducida en valor acumulable. Incluso algo intangible como la sustituibilidad de las horas de trabajo de tal modo que “el ejército de reserva”, tal como le llamara Marx a la dotación de desocupados, tiene un valor siempre que le permite al capital restringir el valor del trabajo y por lo tanto contribuir a la acumulación.
Recordemos a aquel ministro macrista que planteó con prístina claridad: “los trabajadores deben elegir entre mantener el valor del salario o que exista trabajo”. Marx tomaría lección del macrista.
Dejemos establecido entonces que el liberalismo intenta borrar del lazo social todo aquello que no califique para la acumulación de valor. Dijimos, siguiendo a Lacan, que la pasión del amor se presenta cuando dos sujetos reconocen en sí y lo ven proyectado en el otro lo que llamaríamos sus faltas, ya como complementarias o suplementarias. Ahora bien, no hay forma de que estas faltas produzcan algo acumulable considerando que no es de las experiencias de lo que se llaman conquistas de lo que se trata sino de la presencia de una pasión por lo singular que aspira a la permanencia.

El amor y la militancia

La posición militante es aquella que establece sus fines y objetivos sin tener en cuenta lo acumulable, es decir, determina su acción en una estructura similar a la del amor. Es por ello, en mi criterio, que la militancia de derecha o ligada a la ideología capitalista produce dos efectos: la impostura y la sobreactuación.

Y ello es producto de que es imposible advertir al amor como substracto.

 

*Psicoanalista y ensayista.

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